Opinión
OPINIÓN POR JULIO GÓMEZ TRANCHE
 Escocia y Cataluña, las comparaciones siempre son equívocas
Pretender vincular el referéndum celebrado en Escocia el pasado jueves 18 con la realidad de Cataluña no es tan solo un error político, también es histórico, sobre todo porque los escoceses disfrutaron de un reino propio hasta el año 1707.
27/09/2014
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BLOG DE UN CAMIONERO LEONÉS
Por muchas vueltas que se pretenda dar a la historia de España, que me consta que hay quien se las da, e incluso hace versiones muy particulares de ella. Es igual allá donde quieran llegar los más extremistas en sus propias convicciones. Nunca tuvieron los catalanes su propio reino. Todos sabemos que forma parte como condado de lo que fue en su día el Reino de Aragón. Por lo tanto ya adolece de entrada de los mismos argumentos que llevaron a los escoceses a reclamar su derecho a decidir sobre su propio futuro.

Pero también está detrás de todo este lío que se ha montado un conflicto más político, de enrocamiento de los dos gobiernos, el autonómico catalán y el español, los dos se han mostrado hasta el momento incapaces de ceder en sus posiciones, sobre todo el de Mariano Rajoy, que ha hecho de todo esto una batalla más personal, tal vez para no defraudar a una gran parte de su electorado que no termina de aceptar que tal vez ha llegado el momento de solucionar definitivamente este problema, sencillamente dejando votar a los catalanes. Temeroso de sentar un precedente que pudiera llevar a otras comunidades autónomas a ejercer el mismo derecho.

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Tal vez todo se hubiera solucionado hace tiempo si los partidos políticos se hubieran puesto todos de acuerdo en la reforma de una Constitución que continua mostrándose anticuada para los tiempos actuales.

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No es fácil de entender que vivamos  en un país en el que cada autonomía tiene la potestad de legislar sobre lo que consideran que son sus propias competencias, para que tenga que ser después el Tribunal Constitucional el que decida finalmente si esas leyes se ajustan o no a nuestra Carta Magna, dejándonos a todos con la sensación de que quien gobierna en realidad son los tribunales, provocando el consiguiente desconcierto entre los ciudadanos.

Tienen que ser todos los miembros del Congreso y del Senado los que, haciendo gala de un consenso que ya parece algo de otros tiempos, decidan en nombre de los españoles qué modelo de Estado queremos, pero que zanje de una vez por todas las disputas autonómicas, esas que están convirtiendo este país en una especie de 17 reinos distintos, en esa guerra continua de desigualdades entre las diferentes comunidades. 

Por otra parte el problema catalán tiene ahora un nuevo frente abierto con la convocatoria de la consulta aprobada por su parlamento para el 9 de noviembre. Una vuelta más de una situación comprometida, no solo para el gobierno de Mas, también para el nacional. Volveremos a los recursos ante el Alto Tribunal, a viciar aún más el drama, al enfrentamiento entre los partidarios de la misma y los que no lo son.

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Por cierto, si se analizan detenidamente las dos preguntas que se pretender hacer en la consulta, es fácil llegar a la conclusión de que aquellos que voten una cosa u otra en la primera, es muy posible que se vean imposibilitados para responder en a la segunda.

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Porque la verdad es que las dos tienen su miga: “¿Quiere que Cataluña sea un Estado? Si o no”  quien responda que si deberá contestar a la segunda: “¿Quiere que este Estado sea independiente? Si o no”. Evidentemente aquellos que contesten que no a la primera pregunta pierden el derecho a responder a la segunda. Lo que no deja de apartar de la decisión final a esa parte del electorado. 

Este es otro de los datos que marca una gran diferencia entre la consulta celebrada en Escocia, allí solo cabina dos respuestas, si, o no, nada que parecerse a la que pretende llevar a cabo el gobierno de Arthur Mas. Pero es llamativo que los independentistas catalanes sean quienes en más han alabado las bondades de la consulta celebrada por los escoceses. Claro que, después de conocido el triunfo del no, ahora tienen que conformarse con que al menos los partidarios de la separación del Reino Unido han podido votar.

Además sobre todo este problema con Cataluña continua sobrevolando el caso de corrupción de la familia Puyol, algo que terminará salpicando a su sucesor en la Generalitat, por mucho que ahora trate de quitarle dramatismo a la situación e intente desviar la atención del resto del país hacia el problema sobre la hipotética consulta, algo que traerá todavía muchos titulares en los medios y que coleará durante mucho tiempo. Veremos en que termina esta especie de aventura arriesgada en la que se ha metido el gobierno de Artur Mas, algo que más parece un suicidio político del que sin duda se beneficiaran a sus socios de ERC.

Julio Gomez Tranche

Diario de un camionero leonés

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