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El milagro de León
El Partido Popular leonés trata de salir de las páginas de sucesos / Su delegación en la convención nacional ha mostrado una unidad que no se recordaba
Emilio Gutiérrez junto a Juan Vicente Herra, durante la convención del PP. (Foto: Juan Lázaro)
Emilio Gutiérrez junto a Juan Vicente Herra, durante la convención del PP. (Foto: Juan Lázaro)
Por Nacho Foces
26/01/2015 (11:39 horas)
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Emilio Gutiérrez llegó a la Alcaldía de León en junio de 2011 y la primera decisión que tomó fue vender el Audi de gama alta con el que su antecesor, Francisco Fernández, del PSOE, se paseaba por la ciudad haciendo ese tipo de ostentación que los ciudadanos tanto aborrecen, tal y como se encargan de recordar las encuestas.

Eran otros tiempos. Zapatero estaba en la Moncloa y el PSOE de León vivía los momentos de mayor engreimiento en el seno de su formación en la comunidad autónoma. Sus dirigentes miraban por encima del hombro a sus homólogos de las otras ocho provincias. Eran los del PSOE de la provincia de Zapatero, el que mandaba en la Moncloa.

Es el mensaje que encerraba cada mirada, cada declaración, cada postura. Parecía que todo valía. Los años políticos de vino y rosas. El alcalde socialista de León era todo un virrey; al cargo municipal añadía el de vicepresidente de Caja España-Duero. Un virrey con mando en la principal caja autonómica. Y Zapatero, en la Moncloa.

En el PP leonés no le andaban a la zaga. La ostentación en León era la marca de la casa popular; su presidenta, la malograda Isabel Carrasco, también ejercía de virreina en su provincia y desde su provincia. El líder provincial socialista y la lideresa provincial popular.

Eran almas gemelas en esas formas políticas que tanto rechazan los ciudadanos. Almas gemelas y competidoras. Si uno hacía hasta tres, el otro buscaba llegar a cinco. Y la carrera no tenía fin. La antipolítica se había adueñado de los dos partidos en la provincia leonesa. El PSOE lo pagó duramente en las urnas: el virrey fue expulsado por sus errores. Los ciudadanos tomaron nota de las ostentaciones y lo arrojaron al vacío del olvido.

Él contribuyó bastante, también es verdad. Los ciudadanos ven y juzgan por lo que se les muestra, y de Francisco Fernández recibieron infinidad de exhibiciones y emitieron otras tantas sentencias condenatorias en forma de votos. Resultado: expulsado del paraíso político.

Por eso, el popular Emilio Gutiérrez en cuanto pisó el despacho de la Alcaldía leonesa en junio de 2011 lo primero que hizo fue poner en venta el Audi de alta gama del exalcalde socialista. No hay como aprender de errores ajenos. Tener memoria histórica, como Aznar. Y principios, claro. Porque Emilio Gutiérrez es un hombre de principios. Y en sus principios humanos, políticos, profesionales y personales no entra la ostentación. Fuera Audi para el alcalde. Fuera escoltas para el alcalde. Fuera la mitad del personal de confianza que tenía el alcalde socialista. Fuera gastos de comida. Fuera gastos de hoteles. Fuera gastos de viajes. Fuera tanta comisión informativa municipal: menos órganos internos y, por tanto, menos coste en dietas de concejales con cargo a los ciudadanos. Y así podría estarse hablando...

Pues tanto tiempo como el que estuvo ayer Emilio Gutiérrez hablando en la convención nacional del PP. Hablando de gestión, claro; hablando de lo que ha hecho en León para reducir la deuda municipal de 440 a 275 millones en tres años. Hablando de la reducción de la presión impositiva municipal. Hablando, en definitiva, de comportamientos. Claro, los comportamientos vienen de los principios y Emilio Gutiérrez los tiene. Con esos comportamientos, que han llevado a una forma de gobernar en las antípodas de las arrogantes formas anteriores en León, tanto en socialistas como en populares, Emilio Gutiérrez sentenció ayer: su partido ha conseguido «el gran milagro de León».

Aznar se preguntaba el viernes en la apertura de la convención nacional si el Partido Popular de verdad quiere ganar las elecciones de este año. Ayer Emilio Gutiérrez, sin ser tan directo como el presidente de honor, dio una clave que vale para el PP de cualquier municipio, desde Mahón a Cotanes (provincia de Zamora) y desde Lalín a Peñíscola, pasando por Wamba (provincia de Valladolid): «Los ciudadanos esperan de nosotros, los del PP, que resolvamos sus problemas». Así de sencillo. Sin grandes discursos. Hasta con humildad (el tono que imprime a sus intervenciones el regidor leonés debería ser copiado por bastantes homólogos suyos). «Los ciudadanos esperan de nosotros, los del PP, que resolvamos sus problemas».

El gran milagro de León, decía este sábado el alcalde de la capital. Se refería al modelo de gestión en el Ayuntamiento, claro. Pero es que el PP leonés está experimentando internamente un cambio en el que tienen mucho que ver formas de actuar como las del alcalde desde el Ayuntamiento. Formas que tratan, y en buena parte consiguen, sacar al PP de esta provincia de las páginas de sucesos, en las que lo sumieron el asesinato a tiros en plena calle de su anterior presidenta, Isabel Carrasco, y la operación Púnica contra el pago de comisiones que llevó a la cárcel a su anterior presidente de la Diputación, Marcos Martínez, hoy ya fuera del Partido Popular.

El gran milagro de León es también interno. Lo normal en congresos regionales y nacionales del PP era ver a la delegación leonesa partida en dos. Y sin hablarse una parte con la otra. La convención nacional que clausura hoy Rajoy es para el PP de León la del gran milagro. Al menos, los 45 delegados de esta provincia se sentaron a comer ayer todos juntos. Eso sí es un milagro, si se atiende a los anteriores tiempos, cuando presidía el PP Isabel Carrasco. Y el ambiente interno empieza a ser tan bueno que trascendió ayer que Aznar y Rajoy estaban en esa comida. Claro, Luis Aznar (senador leonés) y Agustín Rajoy, primo del presidente del Gobierno y militante popular en la capital leonesa.

El gran milagro de León. Va a tener razón Emilio Gutiérrez: los milagros existen. O algo muy parecido a los milagros.

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