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 El mayor enigma de la historia de León
Un libro de Juan Carlos Campos recorre los petroglifos de La Maragatería
Juan Luis Puente López
30/12/2011 (08:19 horas)
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 Petroglifos en Maragatería. El enigma de los laberintos del Teleno

Juan Carlos Campos
Gráficas Celarayn. León, 2011
108 págs. 15 €
 
En el mes de enero de 2008, Juan Carlos Campos, un empresario de Astorga aficionado a la arqueología y a la historia, realizó en Peña Fadiel, entre las localidades de Lucillo y Filiel en León, en la comarca de La Maragatería (Comunidad Autónoma de Castilla y León, España) un descubrimiento que, a buen seguro, está llamado a transformar el estudio de las representaciones pétreas de los pueblos prehistóricos en el mundo atlántico. Los sucesivos petroglifos que, desde entonces, Campos ha identificado y dado a conocer, se han convertido en un nuevo referente investigador que actualiza la comprensión del contexto cultural de la iniciación de la metalurgia, en esta zona del noroeste peninsular hace 4.500 años.
 
Tras hacerse público el hallazgo, los estamentos oficiales se han encargado de su estudio y conservación, mientras que las primeras valoraciones han llegado en forma de ponencia presentada en el II Congreso Internacional de Arqueología de Vilalba (Lugo) celebrado en julio de 2011. El avance al estudio de los petroglifos de Peña Fadiel, publicado en la revista de investigación Férvedes (nº 7-2011), analiza su importancia por la exhaustiva representación de motivos en forma de laberinto (aunque estrictamente no sean tales) en un contexto geográfico lejano al área atlántica. Recordemos que estos diseños tienen referencias en el mundo iconográfico de los grabados rupestres en Galicia, y su datación (III milenio a. C.) convierte a éstos y a los descubiertos en La Maragatería en los más arcaicos descubiertos hasta ahora y, sin lugar a dudas, sobrepasan en antigüedad a sus referentes mediterráneos. 
 
Ahora, Juan Carlos Campos, ha querido con esta publicación dar testimonio personal de su aventura y se ha atrevido con los lances editoriales, al tomar una arriesgada decisión para los tiempos que corren: costearse él mismo esta edición muy cuidada y enormemente atractiva.
 
La obra se lee con el mismo entusiasmo con el que Juan Carlos narra y describe los resultados de los hallazgos, prospecciones e identificaciones, realizados desde 2008. Un libro como éste dirigido al gran público no podía por menos de ser ameno, interesante y, en muchos momentos, apasionante. Lo cierto es que Petroglifos en Maragatería es un libro que, al primer vistazo, encandila. Juan Carlos Campos ha optado por un texto ágil, descriptivo y sencillo, esencialmente divulgativo y enormemente didáctico, al alcance de cualquier lector con el suficiente interés por la historia o el arte. El contenido gráfico es soberbio y abundante en la mayoría de sus páginas. La mayoría de las fotografías son excelentes, con sobresaliente para las tomas nocturnas, una de las cuales, obra de Amando Casado, ha sido elegida para la portada.
 
El autor presenta un enigma que, lo más seguro, nunca tendrá una solución satisfactoria en cuanto a las interpretaciones del significado de estos símbolos y signos. Es poco probable que podamos algún día desentrañar los códigos simbólicos creados hace 4.500 años para uso de una determinada cultura. Juan Carlos es consciente de ello y no pretende elucubrar ni lanzar la imaginación al vacío para esgrimir hipótesis gratuitas. Su labor se concreta en presentar sus descubrimientos y mostrar ante la opinión pública la importancia de unos hallazgos. Y el lector queda convencido de que la historia de esta comarca y, en definitiva, de las culturas del noroeste hispano y sus relaciones profundas con los focos mediterráneos ya no va a ser lo mismo.
 
Una última reflexión sobre su autor y descubridor. En el excelente prólogo, escrito por el leonés, Antonio de la Peña Santos, Conservador de Fondos Arqueológicos del Museo provincial de Pontevedra, y uno de los mayores expertos sobre manifestaciones artísticas en la Edad del Bronce y asentamientos castreños, no sólo queda subrayada la trascendencia de estos descubrimientos. De la Peña hace un balance, a mi juicio certero y lúcido, sobre la figura del “aficionado”, (aunque prefiere el vocablo francés amateur) capaz de sacar los colores a las administraciones e instituciones académicas, siempre anquilosadas en sus despachos y con pocas ganas de hacer trabajo de campo. La pregunta que se hace Antonio de la Peña pone el dedo en la llaga: “¿Cuánto patrimonio cultural se conocería de no ser por las aportaciones de los ‘aficionados’?”. 
 
El culmen de toda esta desinteresada aportación de Juan Carlos Campos al patrimonio cultural de la provincia de León es haber editado un libro por su cuenta y riesgo, para hacernos partícipes de sus descubrimientos y mostrar las raíces profundas de la cultura en esta provincia. Quizás también pretenda una idea aún más sutil y trascendente: formar y educar en la preservación de este legado y urgir a las administraciones a tomar medidas encaminadas a no dejar de cualquier forma (o como dice Juan Carlos, “sin más protección que la divina providencia”) los petroglifos maragatos de Peña Fadiel. 
 
La publicación de este libro sobre los petroglifos maragatos es todo un acontecimiento cultural que rebasa las fronteras localistas. La importancia del descubrimiento de los laberintos del Teleno se inscribe en el ámbito de la historia de la cultura europea y abre las puertas a un sinfín de estudios que, con toda seguridad, revolucionarán la visión que tenemos sobre el nacimiento y desarrollo de los diseños simbólicos de hace 5.000 años. 
 
 
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