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"El fin del mundo está llegando"
Donna Leon, que ha publicado una nueva entrega del comisario Brunnetti, recibe el Carvalho de novela negra de Barcelona
La escritora norteamericana Donna Leon. (Foto: Efe)
La escritora norteamericana Donna Leon. (Foto: Efe)
Cristian Reino
07/02/2016 (22:34 horas)
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La escritora Donna Leon se declara una «fanática» del ecologismo. Se «avergüenza» de ello, pero su militancia en defensa del medio ambiente llega a tal nivel que considera que éste es el principal problema al que se enfrenta el mundo en la actualidad, por encima de la crisis de los refugiados, la violencia machista o las distintas guerras. «El fin del mundo está llegando, estamos cerca de un cataclismo», aseguró ayer en Barcelona.

Su afirmación, más bien su profecía, se basa en los estudios científicos que sostienen que el nivel del mar aumentará entre uno y dos metros en tres lustros, lo que afectará a ciudades enteras como Nueva York, Barcelona o Venecia, que verán cómo sus barrios acaban hundidos por el mar. Cuando eso pase, habrá «mil millones de refugiados ecológicos en el mundo, el cambio climático es un problema irresoluble, estamos perdiendo el planeta», se lamentó Leon.

La escritora norteamericana, que tiene su residencia dividida entre los canales de Venecia y las montañas de Suiza, fue galardonada con el XI Premio Carvalho 2016, que se otorga anualmente con motivo de la Semana de Novela Negra de Barcelona. El nombre de Donna Leon se une a una lista ilustre en la que están Francisco González Ledesma, Henning Mankell, P. D. James, Michael Connelly, Ian Rankin, Andreu Martín, Petros Màrkaris, Maj Sjöwall, Andrea Camilleri y Alicia Giménez Bartlett. La autora, que se mostrado halagada unir su nombre al de otros escritores de «gran talento» que han recibido antes el premio, tiene tan metido entre ceja y ceja el problema del cambio climático que a su juicio el futuro de la novela negra, la de los asesinatos, la sangre y los investigadores privados, está en la ecología, donde se cometerán los «auténticos crimenes». «Hay mucha gente que se aprovecha de este drama, es grave y nos afecta a todos», remató.

Donna Leon ha publicado recientemente el vigésimo quinto libro de su larga saga protagonizada por el comisario veneciano Guido Brunetti. En 'Las aguas de la eterna juventud' (Seix Barral), el sagaz investigador tiene que resolver el caso de una joven treintañera que se queda seriamente dañada por una lesión cerebral, de carácter irreversible, que la hace tener la mentalidad de una niña, tras caer a las aguas de Venecia.

Leon rescata el mito de la eterna juventud y busca culpables en una ciudad de los canales, masificada por los treinta millones de turistas que la visitan (motivo por el que ella misma confiesa que ha tenido que huir durante largas épocas), recelosa de la nueva inmigración e incapaz de dar un futuro a la juventud.

Por primera vez en la larga serie de novelas, Brunetti aparece con un carácter más oscuro de lo habitual. ¿Se está haciendo mayor el comisario favorito de más de veinte millones de lectores en todo el mundo? No. Su edad es casi la misma que en 'Muerte en La Fenice', su primera obra publicada en 1993, porque apenas envejece. «Es como las moscas que se quedan atrapadas en el ámbar», dijo.

Más pesimista

La cuestión, relató Donna Leon, es que el propio comisario Brunetti es cada vez «más pesimista en relación a la vida y al mundo que le rodea». En este punto, ejerce de «espejo» de lo que la propia autora estadounidense reconoce que siente. Es feliz en lo personal, pero no puede permanecer ajeno a lo que ve a su alrededor y ese panorama desolador de la sociedad actual, le afecta.

«Se puede ser feliz en lo personal, pero en lo intelectual, en cuanto te das cuenta de cómo está el mundo, te vuelves pesimista. No me gusta lo que veo», dijo. Al comisario Brunetti le pasa lo mismo y empieza a cambiar, aunque eso no quiere decir que su 'madre' tenga intención de preparle para ser un pensionista. «No quiero jubilarlo y no me quiero desprender de él», señaló. Leon, que confiesa que lee poca novela negra, hizo una encendida defensa de la prosa sobre crímenes que se realiza en el sur de Europa, frente a la del norte, la nórdica, que a su entender «no disfruta de la gastronomía y se recrea en exceso con la muerte». «Esa fascinación de los nórdicos con el hecho físico de la muerte... Para mí ya hay bastante con que haya un personaje asesinado, ya le has quitado su vida, su futuro, su diversión, todo», dijo. «Las largas descripciones de las autopsias de las novelas nórdicas son desagradables e innecesarias», concluye.

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