Opinión
OPINIÓN POR LUIS ARTIGUE
El 25 de septiembre es nuestro aniversario o invito a quien lea esto a celebrar hasta el llanto (desde Atenas)
Ninguna ciudad muere de manera creíble. De hecho buena cuenta del éxito, del poder, de la vida y del amor eterno da asomarse a las ruinas un imperio.
25/09/2013
  Preparar para imprimir  Enviar por correo
LA NOTICIA ILUMINADA DEL DIA

Y por eso aquí juntos en nuestro aniversario como peregrinos de lo propio, envuelto el descubrimiento del pasado de Atenas en la certeza infinita de la luz de septiembre –el sol tiene rango de agregado de cultura-, llevando emoción por ropa y celebrando este transitar conjunto por el suelo de baldosas de la esperanza…

¡Como un pájaro equívoco que trenza la luz en canto, el poema!

Refundamos lo sido. Las pagadas dificultades de aquellos que se exceden en pasión revolotean ante mis ojos en esta ciudad transida en la que guerrean a muerte pretérito y presente; en esta ciudad en la que grito lo que ti te escribí un día: ¡venir a verte es como venir al mundo!

Igual que quien sabe y olvida que afeitarse insistentemente es luchar contra el tiempo, me adentro contigo en lo que queda del puzzle apoteósico del Partenón. Y pienso en el instante de vida que gracias al amor prevalece –este amor como rayo que no cesa porque entiende que la esperanza está siempre en el día después-.

Y al punto comprendo que somos también esto: piedras luminosas como el carretón de frutas de tu sonrisa al verlas; piedras que regalan aquello a lo que remiten.

Miro las palpitantes piezas en nuestro aniversario con recargadas ganas de que se repita todo, asido a las locas fibras de mi configuración mental, asido a lo sido y lo que deviene aunque al final tú y yo mucho tendremos de vino griego que se resume en el ardor de los posos.

Los momentos. Las ruinas que no son sino la mala letra del paso del tiempo. La identidad repleta de referentes y locuciones transversales. Y entender que de la exaltación al poema dista más que un gran torrente léxico. Y anotar esto ahora, aquí, hoy, después de alguna guerra y ocho años, porque has llenado mi vida de piedras, y de luz, y alegría; porque escribo con los ojos cerrados como al envolver por vez primera el rostro en tu pelo. Las huellas. La habitación de trofeos del corazón, y, dentro, una máquina de engendrar metáforas calóricas…

Y el amor erigido como una atracción que establece la distancia perfecta.

Luis Artigue

www.luisartigue.es

Más artículos del autor:
    Dalí
    La distopía
    Igual
    Tar(jetas)
    Hilo de oro
    Chocar 
    ERE
  Preparar para imprimir  Enviar por correo