Se trata de un ataúd típico de la milenaria cultura egipcia, que pertenece al Bajo Egipto, y que dataría de entre los años 3.000 y 2.500 antes de Cristo. Se desconoce el propietario, pero se estima que podría ser un “alto grado militar”, que después de prestar servicio como tal, habría pasado a la vida civil como un “alto dignatario” ligado al faraón. Debido a sus posibilidades, su entierro se basó en las tradiciones propias de la clase alta egipcia.
El sarcófago, elaborado con madera de cedro, deja ver la barca que llevaba a los difuntos a la nueva vida, así como al muerto, paleta en mano, preparando su tumba, y otros símbolos egipcios colocados de forma simétrica sobre la madera. Incluso, en la parte inferior, existe otra policromía que el IBO muestra al visitante, a través de un espejo colocado en el suelo.
El sarcófago egipcio expuesto en el Instituto Bíblico Oriental.
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El sarcófago ha sido donado al museo leonés por una de las profesoras del IBO, Mari Luz Mangal, una experta en la cultura egipcia que ha expuesto parte de su colección particular en museos como el Luovre parisino y que, además de esta pieza, ha aportado otros elementos de aquella época que se expondrán próximamente. Pero no es la única pieza egipcia que se conserva en el Instituto Bíblico Oriental junto a otras piezas de otras culturales precedentes al nacimiento de Cristo.
Además del sarcófago, la sala donde se expone está presidida por la máscara de otro ataúd egipcio, más grande. Por ello, se considera que la persona momificada dentro tendría una categoría social superior a la del protagonista de esta historia. Pero, además, existe parte de una máscara y un anillo pertenecientes a Tutankamón, el mítico faraón de la XVIII dinastía.
Un espejo refleja la policromía que guarda en el parte inferior del sarcófago.