El método, que hasta ahora solo ha sido probado en animales, consiste en drenar toda la sangre del cuerpo y congelarlo (20°C menos de la temperatura normal corporal). Después de tratar la lesión, se vuelve a bombear la sangre por las venas y el cuerpo se va calentando poco a poco.
"En cuanto se empieza a bombear la sangre el cuerpo se pone rosado", asegura Rhee. "Es raro, a los 30°C el corazón late una vez, de la nada, y luego continúa haciéndolo y recupera el pulso a medida que se calienta".
Aseguran que, asombrosamente, los animales con los que han experimentado han mostrado muy pocos efectos secundarios al despertar. "Están un poco confundidos, pero después de un día vuelven a la normalidad".
La noticia surgió cuando Rhee y Tisherman aseguraron que estaban preparados para actuar en seres humanos, aunque sólo se practicaría en malheridos que esta fuese su última vía para volver a vivir .
'Animación suspendida'
Tisherman utiliza con mucho cuidado el término 'animación suspendida'. "Es importante que la gente sepa que no se trata de ciencia ficción, que debemos experimentar científicamente y con disciplina antes de poder usarlo como un método para evitar que la gente muera".
Las ideas de Tisherman de rescatar de la muerte a las personas que están al borde de ella comenzaron en la facultad de medicina, donde fue alumno de Peter Safar. En los años 60, Safar fue pionero en Resucitación Cardiopulmonar (RCP), el procedimiento de masaje cardíaco que usamos hoy en día para reanimar el corazón.
Reanimar el corazón es sólo la mitad de la batalla que libran los médicos, aunque la falta de oxígeno tras un paro cardíaco puede causar serios daños en los órganos vitales del cuerpo, el cerebro en particular. "Cada minuto que pasan esos órganos sin oxígeno los va matando", explica Tisherman.