Opinión
OPINIÓN POR JUAN GARCÍA CAMPAL
Cuando usted lea esto, ya este presente sobre un futuro será pasado
No, no tema, no me voy a perder hoy en disquisiciones sobre la innegable obviedad del título, sobre las cosas que tiene esa magnitud física que llamamos tiempo y cuya fuga, ojalá que no pérdida, nos acompaña por siempre...
11/10/2013
  Preparar para imprimir  Enviar por correo
DEL CUADERNO CASI DIARIO

... Hoy, ahora, les escribo bajo el influjo de una frase de don Miguel de Unamuno; esa que dice: “no hay desgracia mayor que la del hombre que llega a creerse inteligente porque tuvo fortuna en sus negocios”. Y entiéndase aquí, mejor, más exacto que negocio, escritura.

Para mí, como muchas otras cosas, es una frase que, hoy especialmente, me lleva a la gratitud. Y ahora, mientras escribo estas palabras, en este mi ahora, no otro sentimiento me ocupa.

El motivo es sencillo -que no simple-; es el que considero una gran suerte para este que les escribe –presente-: que se haya reeditado mi novela “Dos mujeres y un magnolio” y, más, en estos infaustos e ingratos tiempos que para bien de unos pocos nos hacer vivir a muchos.

Conste aquí y desde aquí, ¡por tanto!, mi gratitud a Catalina Seco y Juan Manuel Valdueza, editores de Akrón & Csed, por su renovado aprecio a mi escritura; a Victorina Alonso que nos acompañará esta tarde –aún futuro ahora en que escribo y ya ayer, pasado, cuando esto lean- en la pública presentación y que dará su opinión de lectora sobre la novela, a Laura Álvarez Rodríguez que reseñó la obra en este mismo medio y a cuantos con nosotros compartirán, hayan compartido, su tiempo en tan polivalente acto.

Y digo polivalente, porque si bien los actos de presentación-promoción de un libro forman parte de la mercadotecnia editorial, también son una ocasión para que el autor se reencuentre con sus amigos y conocidos -no sin antes haberles aburrido a invitaciones y recordatorios- y  alguna  que  otra persona lectora  en verdad interesada por lo que el autor escribe –esto se sabe de manera más justa, sobremanera, si no está la inmaterial  cortesía milagreada a tangible comercio y bebercio- y de quien el escritor, mirándole a los ojos –si aún no se ha contagiado de fatuo divismo alguno-, se preguntará, ¿y esta persona qué habrá encontrado en mis textos?, ¿se habrá emocionado, deleitado tanto con alguna pequeña frase, acaso un párrafo, de ellos, como para dedicarme su tiempo?

Sí, escribo antes de que concelebremos, celebrar con, la presentación de esta personal suerte que les cuento. No quiero ni arriesgarme a que mis palabras puedan depender del resultado del acto. No me gusta que ni la vida ni el ánimo dependan de una “cuenta de resultados”. Vida y ánimo son mucho más que un dato contable por más que, a veces, a números se nos quiera reducir. Yo soy quien escribe, quien escribió la novela, quien seguirá escribiendo, haya, como ha sido el caso, o no, quien arriesgue su peculio editando mis creaciones y entregándolas al tráfico mercantil, por vocacional que éste sea, como bien sé que éste es.

Dejó escrito Miguel de Cervantes que “cada uno es artífice de su ventura”, mas bien lamento disentir con el gran maestro, pues, en esta ocasión, si en algún otro maestro encuentro amparo es en el Francisco de Quevedo que escrito dejó: “yo he hecho lo que he podido; Fortuna lo que ha querido”.

Disculpe ahora, si hasta aquí ha llegado, que hoy le haya escrito de mí y mis cosas. También a usted mi gratitud.

Juanmaría García Campal

Cuaderno casi diario

Más artículos del autor:
    Bocas
  Preparar para imprimir  Enviar por correo