Opinión
OPINIÓN POR JUAN GARCÍA CAMPAL
Campanadas a muerte… y vida
Escribo esto hoy por si no fuera sólo yo quien así a veces se sienta y a alguien más a la deriva le valiera lo que a mí hoy me ha servido de noray, de amarre.
03/05/2013
  Preparar para imprimir  Enviar por correo
DEL CUADERNO CASI DIARIO
He andado estos días habitado por la muerte, la tristeza y las memorias.

Así me ha despabilado la vida la conciencia, como te entregas a la noche al punteo del día que se acaba, pensando el ritmo del nuevo esperado, y todo en bajo, contigo mismo, frente a ti mismo, todo tú, solo tú. Tú batería, conjunto de personajes: tú acusado, tú fiscal, tú defensor, tú juez.

Hizo falta una muerte cercana para que me citase la vida a juicio a plena luz del día. Sin taquígrafos, sin público, a intimidad cerrada. Y así, mientras paseaba la urbana sala de vistas, vinieron a mi memoria unos versos de autor ignoto, Café de vida y muerte creo recordar que titula el poema que se refiere a ese vivir pasivo, inconsciente, mortecino que tantas veces nos invade, a ese “Estar, acaso ser, sentir, sufrir, gozar / de un cotidiano acto mínimo: tomar café. / Acaso presenciar absoluta, imperfecta / pesada, dolorosa, la pasada vida toda. / Acaso presentir silenciosa, inadvertida, / acechante quizás, segura, la muerte.”, que dice en su primera estrofa. Y cómo se hace preciso, dolorosa necesidad, que algo nos conmueva, nos arranque de ese monótono letargo para valorar cada día del que disponemos; y por cuán breve tiempo regresamos a la verdadera consciencia de la vida, como continua el poema: "Inesperadas loas al cotidiano ser y hacer, / nos trae la nueva de un deceso próximo y reciente. / Pequeñas conciencias y certezas de gran valía / que en brevísimos tic-tac olvido haremos.".

Y cierto es, muchas van siendo ya las veces que hago ese vivificante, mas breve, viaje personal. Quizás sean sedimentos interiorizados del prehistórico nomadismo del género humano y por ello valoremos esa consciente clarividencia de lo que nos parece sería un mejor vivir tan sólo a golpes de muerte, pues, como dice el poeta: “Vital y mortal memoria que desapreciamos, / pragmática inmediatez a la que nos entregamos.”.

Sí, muchas veces, quizás ya demasiadas, he reparado, en medio del dolor por la ajena ausencia, las más pequeñas cosas, acaso las sustanciales, que la vida cada día trae con ella misma, pero en las que, quizás también demasiado brevemente, reparamos. Hasta que “Y, de nuevo, en cualquier instante / se hará presente otro vital último acto. / Pero toda esencia será, de nuevo, olvido. / Y de futuro enceguecidos, otra vez / dóciles a sus yugos volveremos a uncirnos.".

Me duelen profundamente los anteriores versos, pues me reconozco en ellos en exceso, como con creciente frecuencia siento que es la vida la que me arrastra más que yo quien a ella la viva y conduzca. Tal que fuera por ella en cuadriga de caballos desbocados.

Dicen maestros y sabios que escribir lo que se siente es fijarlo a la vida. Lo bueno, para atesorarlo, lo malo, lo que nos daña, para poder mirarlo después con perspectiva y fortalecernos. Por eso, ésta escritura de hoy casi es ejercicio de memorización, por eso reproduzco la estrofa que cierra el poema, ojalá jamás la olvide: "Mas día habrá, bien lo sabemos, / en que nos visitará cierta la dama / y entonces pasado será todo / y no será futuro nada. / Y el presente, este instante que ahora, / ¡ahora!, nos pasa inadvertido, / ni conciencia de nuestra ceguedad será, / sino tan sólo ausencia total y total nada.".

Sí, falta ha hecho una muerte para sentirme convocado a una mejor, más consciente vida. Por eso he tenido que tomar fuerzas con este Café de vida y muerte para teclear cada palabra. Palabras que sé inútiles para sustituir las muchas no dichas y sin duda más necesarias para quienes ya son “ausencia total y total nada”, pues éstas que hoy he escrito no son más que campanadas a muerte... y vida.

Juanmaría García Campal

Cuaderno casi diario

Más artículos del autor:
    Bocas
  Preparar para imprimir  Enviar por correo