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ATLETISMO
Beitia, reina sin corona
La saltadora acaba quinta en una gran final después de que Bragado entrara noveno en su duodécimo Mundial con 45 años
Ruth Beitia. (Foto: AFP)
Ruth Beitia. (Foto: AFP)
Fernando Miñana
29/08/2015 (18:08 horas)
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En estos Mundiales en el que España ha pasado de puntillas, con actuaciones muy pobres que han desesperado hasta al paciente y comprensivo Ramón Cid, el seleccionador, la penúltima jornada estaba reservada para sus capitanes. Ruth Beitia, 36 años y media vida en la élite, y Jesús Ángel García Bragado, el marchador eterno, quien, con 45 años, batía todos los récords, en hombres y mujeres, al completar su Mundial número 12. Ambos comparten algo más que capitanía y mil cicatrices: el público se rindió ante los dos. Por la mañana, el estadio se puso en pie cuando vio entrar al pequeño marchador con su gorra blanca en la novena posición. Y por la tarde, durante la presentación de las finalistas en altura, demostró con una ovación a quién respetaba más.

Los capitanes lograron el segundo y el tercer mejor resultado, solo por detrás del campeón Miguel Ángel López, el murciano que venció en los 20 km marcha. Pero ambos exhibieron su gen ganador e inconformista, gran contraste con aquellos, como Mechaal, que se lamenta porque es funcionario y no tiene tiempo para mucho más, sin pensar que Beitia y Bragado, por ejemplo, están en la política activamente y han capeado con la absorbente campaña electoral.

Ruth Beitia, que fue quinta en un durísima final de salto de altura en la que seis atletas, ella incluida, superaron el 1,99, se marchó "triste y con mal sabor de boca" porque está convencida de que podía haber hecho más, como las tres medallistas que sí pudieron con el 2,01 (altura que la cántabra sí superó en el Europeo de Zúrich hace un año): la elástica Maria Kuchina, campeona porque llegó sin un nulo antes de caer, como las otras, en 2,03; la rediviva Blanka Vlasic, plata después de estar sin oler los trofeos desde 2011 por una lesión reincidente pero que recuperó su capacidad competitiva e intimidatoria, y Anna Chicherova, la líder del año que se conformó con el bronce.

Beitia apuraba otro verano solitario. Como le sucede a muchos atletas de élite que, cuando pasan los Campeonatos de España, sus compañeros se van de vacaciones mientras ellos siguen exprimiéndose junto a su entrenador. La santanderina iba a La Albericia y Ramón le hacía saltar las alturas de la clasificación. Cuando lo lograba le dejaba que pusiera el listón donde quisiera. Unos días en 1,96, otros en 1,97. El último día que le tocaba técnica en Santander pidió 1,98. Quizá porque ese día sus compañeros tuvieron el bonito detalle de ir a darle ánimo y cariño antes de marcharse a Pekín. Superó la altura al tercer intento. Entonces pidió dos metros y, casi como un regalo a los suyos, lo franqueó a la primera. Estaba lista para luchar por el oro.

Pero la flaquísima Beitia, que compitió con cerca de 70,8 kilos, uno menos que el año pasado en Zúrich, volvió a tropezar contra los dos metros, el ‘coco’ que creía haber ahuyentado definitivamente. Y encima se encontró con unas rivales crecidas, como Kuchina, quien, curiosamente, no pudo con una altura casi ridícula, 1,77, en el Europeo sub-23. Por suerte, el atletismo le va a conceder el 11 de septiembre una revancha en Bruselas. El Memorial Van Damme es el final de su prueba en una Diamond League en la que espera convertirse -llega líder- en la primera española de la historia en conquistar esta competición.

Bragado no estaba mucho más contento que su admirada compañera. Los técnicos españoles le habían dicho que marchaba octavo y se sorprendió cuando descubrió, exhausto, con la televisión china metiéndole el micrófono en la boca, conteniendo las arcadas que luego liberaría, que era noveno, uno por encima de los puestos que daban la clasificación directa para los Juegos de Río. En Brasil es muy probable que alcance sus séptimos Juegos, igualando a la atleta que más veces ha estado en unos, Merlene Ottey.

El marchador madrileño, un reloj, hizo la mínima para Río al entrar en la meta, todo un prodigio de fiabilidad, un segundo más rápido (3:46.43) que en el Mundial de Moscú hace dos veranos. Chuso García Bragado debutó en un Mundial en Stuttgart hace 22 años. Allí se proclamó campeón pese a dormirse y no desayunar, naciendo la leyenda del 'hombre de mármol', el atleta irreductible que no cede ni a la edad y que amenaza con no retirarse hasta que lleguen a la larga distancia marchadores mejores que él.

Por eso sigue sumando récords, como sus 70 salidas en una prueba de 50 km marcha que ha acabado 58 veces, 2.900 kilómetros de competición a sus espaldas. Después de ese oro en Stuttgart llegaron dos platas y un bronce. En 22 años, con altibajos, la realidad es que solo ha caído ocho puestos. El ‘abuelo’ del Mundial, 29 años más viejo que el japonés Sani Brown, que, con 16 años, es el benjamín, no se cansa. "Las ganas de entrenar no las ha perdido", advierte. Este año no le ha parado ni una caída cuando marchaba zumbando que le provocó una fractura en el brazo y le tuvo dos meses sin poder entrenar. Por algo le llaman el hombre de mármol.

Otros dos españoles, lejos de sus mejores marcas, pasaron por El Nido en la penúltima jornada -solo queda la actuación esta madrugada de la maratoniana Alessandra Aguilar-. Pau Tonnesen zanjó su estreno con la selección española en una gran competición con el decimoctavo puesto (7.606 puntos) y el alicantino Jorge Ureña se hundió hasta el puesto vigésimo primero (6.858) después de sumar un 'rosco' en la pértiga. 

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