León
LEÓN
Al clero, comida y siesta
Una lata de fabada, una almohada y un chupete para la "cabezonería" del Cabildo de San Isidoro, en Las Cabezadas que pide inutilizar el bolardo de la plaza
Luis V. Huerga / @luisvhuerga
27/04/2015 (09:43 horas)
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Oye, que no hay manera. Ni el pueblo de León ni el Cabildo de la Real Colegiata de San Isidoro se ponen de acuerdo. Su eterno debate, que se prolonga sin visos de conclusión desde el siglo XII, tendrá un nuevo capítulo el próximo año, porque en este 2015 tampoco ha habido acuerdo. La buena voluntad de los leoneses, que sostienen que cada último domingo de abril acuden a realizar una ofrenda a San Isidoro de forma libre y voluntaria, no se ha impuesto a la “cabezonería” del clero.

Quizá por eso, en la ronda de regalos que tradicionalmente se celebra tras el debate en el acto de Las Cabezadas, el representante del pueblo de León, el llamado síndico, representado esta vez por el concejal de Educación, Javier Reyero, le ha ofrecido a su oponente dialéctico un ‘kit’ de comida y siesta. Una lata de fabada, una almohada “de última generación” y un chupete han sido los presentes que el edil le ha entregado al capitular, el representante del Cabildo isidoriano, Pascual Díez.

El clérigo ha sido más benévolo en esta ocasión y le ha entrado al concejal en su turno para los regalos una pintura de un gallo, “icono” de San Isidoro en referencia al que corona la torre de la colegiata haciendo las veces de veleta y que es emblema de este monumento. “Canta y despierta, alegra la mañana y anuncia cada día a Jesús resucitado”, sostuvo el representante eclesiástico.

El arca no se toca

Cada año, el último domingo de abril, se celebra este acto, denominado Las Cabezadas. La tradición se remonta al año 1158 cuando, ante una pertinaz sequía que afectó a campos y frutos en León, el pueblo, bajo el reinado de Fernando II y en la época de esplendor del viejo Reino de León, decidió llevar en procesión el arca con las reliquias del Doctor de las Iglesias, San Isidoro. Al llegar a Trobajo del Camino, cuentan las crónicas que se hicieron visibles nubes negras cargadas de lluvia que convirtieron la tierra en barro, donde “se atolló” el arca sin que ni siquiera los hombres fornidos pudieran levantarla para continuar viaje.

El capitular Pascual Díaz, representando al clero. (Foto: Campillo)

Un aviso divino, sin duda, porque a la divinidad no le gustó que los leoneses pasearan los santos restos. Doña Sancha, sobrina del rey, oró y ayunó durante tres días hasta que, de entre la multitud, cuatro niños que apenas superaban los diez años de edad tocaron el arca, que mutó su exagerado peso por el que era inamoivible por la masa de una pluma para, sin grandes esfuerzos, poder retornar las reliquias de nuevo a la Real Colegiata de San Isidoro.

¿Libre y voluntario u obligado?

El caso es que llover, llovió. Por eso, cada año y desde entonces, el pueblo de León acude a San Isidoro para hacer ofrenda al Cabildo de un cirio de arroba bien cumplida y de dos hachones de cera. Los representantes del pueblo sostienen que se acude de forma libre voluntaria, pero clero afirma, año tras año, que se trata de un acto obligado. En la ofrenda se discuten tales extremos sin que nunca se llegue a un acuerdo, por lo que desde entonces, todos los años, esta ofrenda deriva en un debate sin vencedores ni vencidos, al menos en lo oficial. Otra cosa debe ser en lo moral.

El representante del pueblo, el llamado síndico, Javier Reyero. (Foto: Campillo)

“Todos los años, el pueblo, libre y voluntariamente, acude a cumplimentar la ofrenda”, sostuvo Javier Reyero en el claustro de San Isidoro, que reclama al Cabildo que “se quede con dos palabas: libertad y voluntad”. El concejal sugirió que quizá su cerrazón se debe a que, fechas antes de esta ofrenda, se celebra la Semana Santa. En Jueves Santo, cuenta la leyenda, el Cabildo extrae de una supuesta barrica de vino casi milenaria, tres cuartas partes de su contenido para beberlo en hermandad y en la intimidad. “Le llegan los efectos del vino hasta el día de hoy y no habla de argumentos, certezas y razones. No hay ningún sitio en el que se diga que el pueblo tiene obligación”.

Tablas, con "esfuerzo", pero tablas

En este sentido, el concejal ha recordado que en el mismo patio en el que ahora se celebra el debate, en 1188, el hijo de Fernando II, Alfonso XI, convocó las primeras cortes democráticas con representantes del pueblo, lo que le ha servido a León para haber sido declarada por la Unesco ‘Cuna del parlamentarismo’. De aquel encuentro sí salieron documentos escritos, Los Decreta, donde se dejó constancia del nuevo escenario político. No hay documento, recordó, donde se diga que el pueblo leonés debe acudir obligado a esta cita.

Un momento de la festividad de Las Cabezadas celebrada este domingo. (Foto: Campillo)

“Los leoneses son generosos y dadivosos. No quieren conceder de ninguna manera que sea un foro o una obligación y esas aseveraciones hay que demostrarlas”. Por eso, Javier Reyero que por ese motivo considera que “el pueblo de León ha dado jaque”, propuso “con mucho esfuerzo” ofrecer las “tablas”, pero “no más” que eso.

La "fibra sentimental" tampoco se toca

Porque el Cabildo de San Isidoro también afirma que, de igual modo, “no hay argumento” para que el pueblo de León defienda lo que sostiene. “No hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige”, aseguró Pascual Díez, que desveló que había dado cuenta, tras escuchar la intervención de Reyero, que quiso “tocar la fibra sentimental” haciendo referencia a esos aspectos históricos y “llegar al suelo nutriticio donde se fundamentan las tradiciones”.

Díez también recordó que, después de aquella procesión con advertencia divina para regresar los restos al lugar en el que estaban, fue el propio pueblo el que se impuso a sí mismo “comprometerse solemnemente” a realizar la ofrenda del cirio de arroba bien cumplida y los dos hachones de cera, a modo de obligación. “Así está escrito en documentos históricos y así es la tradición”, espetó, porque es la “tradicional costumbre de venir en tiempos pacíficos o revueltos a cumplir con una obligación”.

No obstante, el clérigo valoró la ayuda que presta el Ayuntamiento de León al Cabildo que representa, a lo que significa desde un punto de vista turístico, patrimonial y cultural el monumento románico en el que se celebran Las Cabezadas. Pero eso sí, señaló que hay “algunos vacíos”. De esta forma, demandó al concejal “una señal, un signo o un hito que pueda significar” que fue en ese lugar en el que se celebró el acontecimiento de la ‘Cuna del parlamentarismo’ para hacerlo visible. Pero también, que domingos y festivos quede inutilizado el bolardo de acceso a la plaza de San Isidoro para que las personas mayores se puedan acercar a la basílica. “El negocio que solo da dinero es muy mal negocio”, aseguró.

Tres reverencias

Después de que cada uno de los protagonistas de este debate sin fin encomendaran a sus secretarios dejar constancia del empate en “buen papel y tinta indeleble”, el alcalde de León, Emilio Gutiérrez, entregó, ya por última vez, el cirio y los hachones al abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez. Después se ha oficiado la misa para, a la conclusión, los representantes del pueblo, esto es, la corporación municipal, se alejada de la portada principal de San Isidoro haciendo las tres reverencias, el gesto que da nombre a esta tradición que, por esas cosas de los empates, tendrá prórroga, otra vez más, el próximo año.

Los representantes del pueblo se despiden del clero antes de abandonar el claustro. (Foto: Campillo)

 El síndico ha ofrecido a su oponente dialéctico un ‘kit’ de comida y siesta. (Foto: Campillo)

La lluvia dio tregua para la celebración de Las Cabezadas este domingo. (Foto: Campillo)

Los dos representantes se abrazan tras culminar su debate en tablas. (Foto: Campillo)

El abad de San Isidoro y el alcalde de León sujetan el cirio. (Foto: Campillo)

Las Cabezadas se despiden de León hasta el próximo año. (Foto: Campillo)

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