LAS PAREDES HABLAN
OPINIÓN POR JUAN GARCÍA CAMPAL
Al amigo Ramiro Pinto, sobre su heroico error
Mal quisiera Ramiro, pasar a verte para hacerte creer de mi sí, que es no, pero te tengo por amigo y de ahí mi ausencia no viéndote solo; bien quisiera poder desentenderme y no sentir esta necesidad de escribirte, Ramiro, pero amistad obliga. En las duras y en las más duras. Sí, aún no he pasado a verte Ramiro. Debo ser de los pocos amigos que no lo ha hecho aún. Pero sí lo haré.
20/07/2014
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DEL CUADERNO CASI DIARIO

Lo haré cuando acabe este artículo, antes de que sea publicado, y procurando que sea hora prudente e intempestiva. No quisiera coincidir con nadie más a quien, no pudiendo rendirle mis amenes, tener que darle explicación de mi postura. Tan sólo contigo, amigo Ramiro, me siento en el deber de hacerte saber, por mi propia mano y viva voz, mi posición al respecto de tu heroica acción. No me gustan los traductores de español a español, escasos son los que no cumplen el dicho “traduttore traditore” y abundantes los que no pasan de correveidiles.

Leí con detenimiento, el mismo día 15, tu escrito “Encierro y huelga de hambre, desde la dignidad de los parados” y su documento anexo dirigido a la Dirección provincial del Ministerio de Empleo y Seguridad Social y del mismo texto del primero saqué la razón fundamental de mi discrepancia al respecto.

Es cuando te preguntas: ¿Y nadie hace nada?, ¿no sirven tantas presiones para sacarnos de la modorra social?, o cuando afirmas: “Millones de personas padecemos a diario el dolor y el sufrimiento que genera esta política. Y todo ello sin una respuesta social, necesaria para evitar que continúe”.

Ahí está la clave, en esas mismas preguntas y afirmación pones el dedo en la llaga y, sin voluntad alguna por tu parte, conviertes tu razonable, justa y buena acción -de ser sólo individual-, por el daño y perjuicio que se te ha causado, en voluntarista y mesiánica, por generosa y solidaria que sea, al querer convertirla en colectiva.

Mesiánica pues eres tú, sólo tú en esta voluntaria hambre, intentando salvar a los numerosos ausentes.

Voluntarista, pues reúne tu acción varias de tus virtudes haciéndose ingredientes del nefasto voluntarismo: tu gran voluntad, tu buena fe, tu utopismo, y hasta me atrevería a decir que parte de tu romanticismo.

La historia harta está de saber donde acaba todo esto, Ramiro. No irá más allá del derrotismo, y éste si será también colectivo en muchos silencios. Pero, lamentablemente, mientras, se habrá llevado tu voluntarista acción parte de tu salud, habrá afectado al mermado bienestar de tu familia y no habrá podido solidarizarse con nadie, pues nadie hasta ahora se ha solidarizado contigo en igual medida que tú lo haces con los más perjudicados, con los grandes ausentes.

Y aún a sabiendas de que, tanto lo dicho como lo que te voy a decir, a más de uno le hará chirriar los dientes y hasta soltar algún improperio no puedo por menos que discrepar de tu acción –comprenderás Ramiro, que, a estas alturas, no voy a cambiar mi criterio por miedo a críticas y sentencias, que no argumentos-. Pues cuando tú dices: “¿Y nadie hace nada?”, yo digo, ¿y ni siquiera los propios damnificados, maltratados, hacen nada?, ¿dónde están?, ¿se les espera?; pues cuando tú dices: “¿no sirven tantas presiones para sacarnos de la modorra social?”, yo digo, “¿hasta donde debe ser humillado el ¿ciudadano?, o el ¿súbdito?, para que tomando conciencia de tal se rebele y libere de yugos y cadenas?, ¿cuántos con sus votos no urdieron estos mimbres?

La modorra social, Ramiro, no es otra cosa que la suma de modorras individuales. Y en este caso concreto de las modorras individuales de los más y peor afectados por las continuas contrarreformas del PP. Y qué sería en consecuencia la respuesta social, pues, sencillo, y bien que tú también lo sabes, Ramiro, la suma de respuestas individuales, la organización política y sindical, coyuntural o permanente, de los afectados y quienes con ellos –insisto, con ellos- se solidarice. Y esta suma no se da. No se da porque este estado de cosas además de afectar a los más desfavorecidos sembrando la desdicha y el abatimiento, también afecta a gran número de mezquinos incapaces de la mínima unión, prestos a lo suyo por encima de quien sea. Conocedores y sembradores del ¡sálvese quien pueda!

Cotitulas tu acción “desde la dignidad de los parados”. El sufrimiento no dignifica por sí mismo a quien lo padece. La dignidad personal –no la general de todo ser humano- se tiene o no se tiene al margen de la situación social de cada cual. Es conciencia y son actos. Ni la una sin otros, ni los otros sin ella nos hacen dignos.

Te veo rodeado cada día de conciudadanos de mayor y menor desinteresada presencia. Me temo, sólo temo, no quiero ser temerario en mi juicio, que hasta hay demasiada frecuencia fotográfica de algunos. ¡Hombre, ya de estar!, apúntense al hambre y a la incomodidad con Ramiro. Hagan algo ustedes que van de vanguardia izquierdista y obrera y ahora van al rebufo fotográfico de un hombre libre cuya acción, me da, sólo me da, intentan rentabilizar, sin el mínimo análisis ni del acto ni de sus posibles consecuencias para Ramiro, no para ustedes, que bien las prevén en su erróneo y sectario análisis.

¿No cantamos frecuentemente el verso “nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor? ¿Qué hacen ahí intentando monopolizar la acción de un singular y solo hombre, de un solo buen hombre, de un solo hombre bueno? ¿Ya se han ocupado de tú problema, o es mejor que dure irresoluto porque así se ocupa mayor tiempo y espacio?

En este caso, no hacen falta ruedas de prensa señor Cayo Lara. Un solo abogado que inicie las acciones legales contra la injusticia que se está cometiendo con Ramiro, una bolsa de resistencia, si es caso, bastan. Menos fotos y más acciones de posible resultado positivo y rápido. 

Vuelve a casa Ramiro. Hoy vendrán gentes de buena voluntad, pero se irán. No hacen falta héroes, hacen falta ciudadanos con conciencia de su situación y capacidad de lucha política organizada y/o puntual. La heroicidad, la valentía, a veces es temeridad disfrazada. No te pido que te quedes de brazos cruzados, rendido, vencido, no. No, además lo sé imposible en ti. Te pido que no te maltrates más, que utilices la palabra, la poesía, sí la poesía, y la argumentación, que explican y fortalecen más y mejor que el hambre que debilita y siempre vence. Yo te necesito sano y salvo y conmigo muchos más y mejores que yo también.

En esto, tu heroico error, no estoy contigo, en esto estoy por ti y por eso te pido lo que te pido. ¡Vuelve a casa! ¡Nos haces falta!

Tu amigo en la discrepancia.

Juanmaría García Campal 

Cuaderno casi diario

 
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