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Adiós a Panero: loco, enorme, extremista, creador como pocos
El poeta de los excesos, que pasó media vida en la habitación de un psiquiátrico, dice adiós con la sensación de ser irrepetible
Leopoldo María Panero Blanc, junto a su inseparable cigarrillo.
Leopoldo María Panero Blanc, junto a su inseparable cigarrillo.
leonoticias.com
06/03/2014 (11:10 horas)
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León pierde a un poeta enorme, Leopoldo María Panero Blanc (Madrid, 16 de junio de 1948-5 de febrero de 2014). Ni su 'locura' interna, ni los fantasmas que le acompañaron durante toda la vida, le hicieron perder la grandeza de un creador por excelencia.

Hijo del poeta Leopoldo Panero (1909–1962) y Felicidad Blanc (1913–1990), hermano del también poeta Juan Luis Panero (1942–2013) y Michi Panero (1951–2004), sobrino del poeta Juan Panero (1908–1937) y primo del periodista, crítico de cine y actor teatral madrileño José Luis Panero González-Barosa (1975-), su figura está asociada a la creación unas veces marginal, otras veces absolutamente innovadora.

Panero fue el arquetipo de un malditismo cultivado tanto como repudiado, pero ese malditismo no le ha impedido ser el primer miembro de su generación en incorporarse a la nómina de clásicos de la editorial Cátedra, contar con una espléndida biografía escrita por J. Benito Fernández (El contorno del abismo, Tusquets, 1999) e insertarse en la historia literaria, las antologías y los programas académicos.

El joven Leopoldo María, al igual que tantos descendientes de los prohombres del régimen franquista, se sintió fascinado por la izquierda radical. Su militancia antifranquista constituirá el primero de sus grandes desastres y le valdrá su primera estancia en prisión.

Tuvo una formación humanista, estudia Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y Filología Francesa en la Universidad Central de Barcelona. De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas: desde el alcohol hasta la heroína, a la que dedicaría una impresionante colección de poemas en 1992, ninguna le es ajena.

En los años 70 fue ingresado por primera vez en un psiquiátrico. Las repetidas reclusiones no le impiden desarrollar una copiosa producción no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista e incluso narrador.

A finales de la década de los 80, cuando por fin su obra alcanza el aplauso de la crítica entendida, se decide a ingresarse permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón. Casi diez años después se establece, por propia voluntad, en la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria, donde todavía vive.

La biografía de este poeta y su entorno familiar siempre ha desatado interés en el ámbito cultural, como muestra la película de Jaime Chávarri, El desencanto (1976), un documental que refleja cómo era su familia en plena desintegración del franquismo, acomodada e intelectual, pero también desmembrada, autoritaria y en la que la figura de su padre pesaba aun con su ausencia. En la década de los 90 Ricardo Franco se fijaría de nuevo en «Los Panero» para filmar Después de tantos años (1994), pero esta vez, sin la presencia de la madre, ya fallecida. En 2003 es galardonado con el Premio Estaño de Literatura por la antología poética de Túa Blesa, publicada dos años antes.
Obra.

De una u otra manera, todas sus páginas, hasta sus traducciones, son autobiográficas. De hecho, las claves de su obra son la autocontemplación y la (auto)destrucción. Sin embargo, como ya señalara Pere Gimferrer en 1971, el tema de su poesía «no es la destrucción de la adolescencia: es su triunfo, y con él la destrucción y la disgregación de la conciencia adulta». Liberar la adolescencia como energía emocional, creándose una mitología propia, no oficial, es la actitud asumida desde el comienzo por Panero. 

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