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La sardina arde en la Plaza Mayor de León este jueves.
¡Pobre sardina!

¡Pobre sardina!

El desconsuelo invade la capital leonesa con el cortejo fúnebre del entierro de la sardina y su triste final en la parrilla de la Plaza Mayor | Zafarronada Omañesa, portadores, obispo, monaguillo, fiscal y plañideras acompañan al salmónido en su última voluntad

rubén fariñas

Jueves, 2 de marzo 2017, 10:56

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El desconsuelo se ha instalado en León y no hay quien lo calme. Las calles de la capital del viejo Reino se han vestido de luto para llorar una pérdida irreparable.

Pobre sardina. Su muerte deja un vacío irreparable porque la pena no es lo que llega, sino aquello que deja atrás. Con sus exequias llega la Cuaresma y su maldita prohibición de comer carne, algo que por estas tierras gusta y mucho.

Su cortejo fúnebre salía de la Catedral y los leoneses se han sumado a su último recorrido por las calles de la ciudad para acompañarla hasta la parrilla sita en la Plaza Mayor.

El empedrado suelo del casco histórico recibía la procesión más triste del año. Abrían el desfile fúnebre la Zafarronada Omañesa con sus antorchas como luz en la noche que guiaba el fatal desenlace para el sabroso manjar.

Los portadores, con paso firme y ceremonioso, caminaban con la vista al frente y tras ellos el fiscal, el monaguillo y el obispo, que rezaba y sermoneaba a los fieles de la sardina en su dolorosa despedida.

Pero para dolor el de sus plañideras. Inconsolables, llorando sin parar y ataviadas con el traje de luto leonés sin poder detener su llanto ante la triste pérdida de su ser querido.

Acordes fúnebres

La banda puso los acordes fúnebres a tan desdichado día que culminó en la Plaza Mayor con las últimas palabras que, por orden de la autoridad de la ciudad y debido al mal estado del cargamento de sardinas, obligaba a la quema en público de dicho manjar.

Y llegaron los salmos, para cumplir con la tradición. Porque bien es cierto que en León nos encontramos tan mal que parece que nos ha mirado un tuerto, o como se dice por estos lares, que nos haya «cagado una pega», explicaba el obispo.

La sátira no era consuelo, menos mal que la autoridad optó por permitir al pueblo de León disfrutar de chorizos, embutidos y viandas prohibidas en época de Cuaresma para hacer más llevadero el luto.

La crisis, el paro, la prensa...

No se dejó títere con cabeza en la placina leonesa al entonar las coplillas ante la trágica muerte, toda una costumbre. La crisis y el paro son un coctel muy malo para estas tierras en las que «por no haber, no hay ni para carbón».

«A este aquí no queda ni el apuntador», se sostenía, mientras se recordaba a la plaza del Grano, de la cual no quedan dos, y que también peligra su pasado. Hubo palos hasta para la prensa la cual «se vende» y no dice verdades «ni por equivocación».

Y como no, la corrupción. El tema estrella de la clase política tampoco se quiso perder el entierro de la sardina.

La tristeza lo eclipsaba todo pero, eso sí, el estómago de los leoneses es insaciable y la cola para recoger su sardina, su pan y su bebida pronto alcanzó una gran dimensión. Pobre sardina y pobre León que entra en la Cuaresma y, de momento, sigue sin solución.

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