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Sergio Rodríguez protege el balón ante Anderssen.
Final de bronce para España
baloncesto

Final de bronce para España

Sufrió hasta el último segundo, logra su tercera medalla olímpica consecutiva

Emilio V. Escudero

Domingo, 21 de agosto 2016, 00:27

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Una época condensada en un partido que acabó con final feliz para la selección española, a pesar del sufrimiento que atravesó para ganar su tercera medalla olímpica consecutiva. Lo hizo tras un duelo heroico ante Australia que solo se decidió en el último suspiro. Podía haber caído de cualquiera de los dos lados, pero el balón se puso del lado de la historia y la leyenda de este equipo que merecía un colofón de bronce. Otro metal que hace justicia al corazón y al orgullo mostrados sobre la cancha y que premian, de nuevo, a la mejor generación de jugadores de la historia del baloncesto español.

Restañadas las heridas por la derrota ante Estados Unidos, España se remangó para acabar los Juegos con una sonrisa. Esta vez tocaba un consuelo menor, aunque muy valioso. Una medalla olímpica más con la que alargar la leyenda de este equipo magnífico que desde Pekín 2008 no se baja del podio. Bronce con sonrisa en lugar de una plata teñida de derrota como en las dos últimas ediciones. Tercer escalón del podio al que el paso de los años dará mas valor. Metal acuñado con esfuerzo tras un inicio de torneo devastador que hizo temer una eliminación prematura. Al igual que ante Australia, España se levantó como ha hecho siempre en estos años. Capacidad de reacción con la que ha ido sumando éxitos a las vitrinas de la canasta nacional, que en solo un puñado de años ha logrado más títulos que en toda su historia anterior.

A la heroica plata conseguida por las chicas el sábado, los de Scariolo sumaron un bronce que es su tercera medalla en los Juegos consecutiva. Quizá la última para Pau Gasol, Navarro, Felipe Reyes y Calderón, pioneros de este cambio de rumbo del baloncesto español hace 16 años. Casi dos décadas de alegrías bajo la canasta que, en su modalidad olímpica, vieron ayer su punto final para ellos -resulta imposible imaginarles dentro de cuatro años en Tokio a donde llegarían con 40 años-. Quizá por eso, España jugó a lo grande. Como si fuera la última gran fiesta. Y superó un final de infarto con el que se recordará siempre Río 2016.

Acostumbrada a jugar este tipo de partidos, la selección fue mejor en el principio. Pau Gasol, de nuevo con su vendaje en el gemelo, emergió junto a Mirotic para liderar a la selección. Entre ambos fabricaron los primeros 16 puntos del equipo y obligaron a Lemanis a pedir tiempo muerto. Australia es un equipo sin nombre para el gran público, pero plagado de buenos jugadores. Casi la mitad del equipo juega en la NBA con roles importantes en sus franquicias. Un cinco inicial de garantías que fue desintegrándose por culpa de las faltas personales. Bogut y Baynes, sus dos torres, se fueron pronto al banquillo y por ahi dañó España el aro rival. Canastas fáciles que ponían las bases de la medalla (13-20, min. 8).

Al acierto de Pau y Mirotic se sumó el banquillo español comandado por un Claver efectivo en defensa y extrañamente certero también en ataque, cuyos triples pusieron la máxima ventaja poco antes del descanso (28-40, min. 16). Funcionaba España, apoyada en otra gran defensa, el pilar sobre el que se ha sostenido todo el campeonato. Sólo Mills y el veterano Andersen hacían tambalearse esos cimientos. Fue entonces cuando surgieron las dudas y un parcial de 15-2 que equilibró el partido (43-42- min. 21).

El choque era ya un duelo entre la muñeca de Patty Mills y el coraje de Pau Gasol. Ambos, sostén casi único de sus equipos durante el tercer cuarto, mantenían la esperanza de medalla en los dos banquillos. El catalán, visiblemente mermado en lo físico, tiró de orgullo para mantenerse en la pista. Cojeaba para trasladarse de una parte a otra de la pista, pero al pisar la zona se transformaba para sujetar a España que por entonces era ya puro corazón (75-73, min. 35).

Al rescate de Pau (31 puntos y 11 rebotes) acudieron sus compañeros. Un equipo. Todos para uno. Un triple de Rudy. Una canasta de Sergio Rodríguez. Los tiros libres de Mirotic... Todo sumaba para mantener la esperanza ante una Australia que no se daba por vencida de la mano de un Mills inmenso (30 puntos), imparable para los españoles.

El choque se movía en un punto, sin que nadie errara. Sin fallos de condena. Nervios en ambos banquillos y en una grada plagada de banderas españolas. El acierto de Baynes obligaba a España a una última canasta (88-87). Una posesión final que llevó a Sergio Rodríguez a la línea de tiros libres. Dos lanzamientos de bronce convertidos que aún necesitaban de una última defensa. Todos miraban a Patty Mills, pero el balón acabó en los brazos de Andersen que no pudo retenerlo encajonado entre una maraña de brazos españoles. Fue Claver el que tocó la pelota para mandarla lejos del aro, aunque en realidad la defensa fue de todo el equipo. De toda la afición española presente en el Carioca Arena. De todo el país que empujaba a miles de kilómetros. Final de bronce para España en los Juegos. Punto y seguido a la fiesta del baloncesto nacional que suma una nueva medalla a su leyenda.

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