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Morata no supera la salida del portero macedonio.
Morata, más ruido que nueces
contracrónica

Morata, más ruido que nueces

El delantero del Real Madrid trabajó mucho y acertó poco en la cómoda victoria de España ante Macedonia que cerró el efectivo Aduriz

Ignacio Tylko

Sábado, 12 de noviembre 2016, 22:44

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Ausente por lesión Diego Costa, en quien confía plenamente Julen Lopetegui aunque los números del hispano-brasileño con La Roja sean negativos y la crítica le reproche su carácter, Álvaro Morata disfrutaba de la oportunidad soñada desde el inicio. A la sombra de Karim Benzema en el Real Madrid pero con una notable media este curso en su club de 0,47 goles por encuentro, ya que ha anotado ocho en 824 minutos disfrutados durante 17 partidos, ansiaba reivindicarse con el equipo de todos. Se mató a trabajar, con mejor actitud que aptitud anoche. Generó más ruido que nueces, pero hizo una encomiable labor de desgaste del enemigo.

Morata disfruta de buena prensa, que dirían los antiguos, y sabe que el técnico donostiarra le tiene presente en sus oraciones casi desde juvenil. El madrileño se ganó el premio de ser titular en un escenario talismán y con historia para España, ya que fue en Los Cármenes donde hace cinco años y medio David Villa superó a Raúl González como máximo artillero de la selección absoluta. Empataban entonces a 44 dianas, pero el Guaje firmó un doblete en el triunfo ante la República Checa (2-1). España estaba en plena efervescencia tras el título universal conquistado en Sudáfrica.

Lopetegui ya le alineó como titular en el choque amistoso ante Bélgica, pero se lesionó a los 23 minutos. A partir de ahí, Morata fue suplente de Diego Costa. En esta fase de clasificación, no actuó ante Albania y salió poco más de 20 minutos en los duelos contra Liechtenstein, en el que anotó dos de los ocho goles, y frente a Italia. Antes de este choque de Granada, ocho goles en 16 encuentros con la selección absoluta desde que se estrenó frente Bielorrusia (3-0), en el Colombino de Huelva, en noviembre de 2014.

Frente a un enemigo tan modesto como corajudo y aplicado en defensa, ya que cuatro de sus seis derrotas consecutivas se produjeron por la mínima, Morata no lo tenía fácil. Tenía que pelearse contra tres centrales y con pocos espacios, un problema para un jugador tan corpulento como él (1,89 metros de estatura). Con Silva y Vitolo por las bandas, aunque cayeron hacia adentro para que los laterales fueran los extremos, el madridista se movió de lo lindo, trazó buenos desmarques y se escoró mucho hacia la izquierda para abrir huecos. Tuvo más presencia que acierto. En el primer acto, estuvo en casi todas. Grandes movimientos, pero malas definiciones en tres grandes ocasiones. En el gol en propia meta, era el ariete el que porfiaba junto a los centrales. Cayó tras el centro de Carvajal y, de espalda a portería, pidió penalti mientras sus compañeros ya festejaban el gol.

Tras no atinar en otra ocasión y quejarse de dolor, Julen decidió cambiarle por Aduriz, con media hora aún por delante. Justicia para el donostiarra, tras su histrórico repóquer europeo ante el Genk. Llegó, vio, marcó en la única que tuvo y venció. Con él sobre el césped llegaron los tantos de Vitolo y Monreal antes que el suyo. Un ejemplo de delantero capaz de reinventarse para seguir más vigente que nunca con 35 años. Con España, apenas dos dianas en 10 encuentros. Lógico que acuse la falta de continuidad, y consiguiente adaptación, desde su estreno en el Helmántico de Salamanca, hace ya más de seis años ante Lituania. Pero es de plenas garantías.

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