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Los jugadores celebran el triunfo.
El jugador número '13'
OCTAVOS DE FINAL

El jugador número '13'

Gloria culé en una noche en la que el miedo escénico se apoderó del PSG y quizá también del inexperto Aytekin

Ignacio Tylko

Miércoles, 8 de marzo 2017, 23:49

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Único, inimaginable, histórico, grandioso... Cualquier adjetivo que se emplee se queda corto a la hora de describir lo ocurrido anoche en el Camp Nou. A diferencia del Real Madrid, no era el Barça un club caracterizado, precisamente, por sus remontadas europeas, pero frente a un PSG irreconocible se convirtió en un club aliado para siempre también con la épica y la heroica.

     Sergi Robertó marcó sobre casi sobre la 'bocina' un gol inolvidable en la historia del fútbol; Neymar se echó al equipo encima después de que Cavani silenciase el Camp Nou, y en realidad desde el primer minuto, con una actuación memorable; y el Barça firmó una de esas páginas gloriosas que, además, habrán indignado a los anticulés que, como Sergio Ramos, deseaban su eliminación.

     Del mismo modo que históricamente el miedo escénico pesó sobre los rivales que visitaron el Santiago Bernabéu, y también sobre algunos árbitros que permitieron diferentes argucias de los locales y participaron en remontadas magníficas, esta vez el Barça también jugó con todo a favor. Un ejemplo de que los dos más grandes de España, de Europa y el mundo, nunca pueden quejarse de los colegiados.

     El portugués José Mourinho y sus seguidores tendrán una figura más que añadir a la larga lista de árbitros que este técnico citó como presuntos trencillas que beneficiaron a los azulgrana en la máxima competición continental. Ni Unai Emery ni los franceses pueden escudarse en la actuación arbitral para justificar su ridículo, su inhibición en un escenario impresionante, pero el alemán Deniz Aytekin fue un amigo del Barça.

     Procede de Alemania, un país con más tradición que ninguno, pero no es un juez experto para este tipo de procesos. Quizá la UEFA le quiso promocionar con un partido entre dos gigantes, pero aparentemente decidido desde el 4-0 del Parque de los Príncipes. Pues bien, desde el primer momento el árbitro se vio superado por el ambiente y por la experiencia de los catalanes.

     Aytekin fue uno más para el Barça porque en caso de duda siempre pitó a su favor. Consideró involuntaria en el primer acto una mano de Mascherano tras centro del alemán Draxler, quien fracasó lejos de casa como ya lo hizo en Chamartín. El brazo estaba abierto y el jugador caído, y sólo el argentino sabe si tuvo intención o no de golpear el balón con la extremidad. Pero de esos penaltis se han visto muchos pitados.

     En la segunda mitad, la presión de los catalanes consiguió que Aytekin diera marcha atrás en una decisión primera, consultase al árbitro de gol e indicase un discutible penalti por derribo del lateral galo a Neymar. Perdió el equilibrio Meunier y quizá con su cabeza derribó al brasileño. Más bien pareció que fue el astro quien se fue en busca del choque frente al inexperto.

     Aytekin volvió a meter de lleno al Barça en la eliminatoria al ser engañado por Luis Suárez en la jugada del segundo penalti. Hubo un mínimo contacto y el uruguayo se dejó caer. No perdonó Neymar, a quien Messi le cedió el penalti porque el brasileiro vacilón tenía el santo de cara. Y si en el primer tiempo ya había descontado tres minutos, en la segunda mitad añadió cinco. Y Sergi Roberto llevó a todos los culés al éxtasis prácticamente en la última jugada del partido.

     Hay un dicho popular futbolero, malintencionado si se quiere, que afirma que «los partidos no acaban hasta que marca el Madrid». Un desprecio para emblemas como Sergio Ramos, orgulloso hasta el final. Se le puede aplicar también al Barça, que ganó con ese orgullo y épica más propios de su archirrival.

     Ni un mérito que restar a esta noche de dibujos animados para el equipo de Luis Enrique. La realidad superó a la ficción, pero el árbitro fue determinante. No es políticamente correcto analizar el arbitraje en una noche así, pero sería injusto no manifestarlo. Y pobres quienes se marcharon a su habitación cuando, tras el gol de Cavani, vieron y todo el pescado vendido. En fútbol nada está escrito. No es un mercado, aunque a veces se asemeje.

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