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Buffon (i) junto a Chiellini (d), en el partido ante España.
Chiellini se vistió de Morata y Buffon completó la ‘vendetta’

Chiellini se vistió de Morata y Buffon completó la ‘vendetta’

El delantero español fue sujetado por sus compañeros de la Juventus y terminó sustituido pese a que España iba cayendo

Rodrigo Errasti Mendiguren

Lunes, 27 de junio 2016, 20:39

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Un Italia-España es un día para expertos. Y en el Stade de France fueron Giorgio Chiellini y Gianlugi Buffon los que brillaron al nivel esperados, los que se vistieron de héroe. El central de la Juventus fue capaz de cumplir con su misión de aplacar a su amigo Álvaro Morata, que era el foco de todas las miradas desde que saltó al campo y anotó, con la rodilla fiel a su estilo rocoso, el gol clave de un partido que devolvió a España a tiempos pasados, a aquellos en los que su afición lloraba cuando llegaba una eliminatoria ante un rival de entidad. Buffon, el mismo chico que lloró en 1998 al verse eliminado en su primer gran torneo con Italia, vivió una tarde sin excesivos sobresaltos en la que por fin pudo disfrutar de ganar a España con algo importante en juego. «Me merecía cobrarme la revancha contra España, el equipo que realmente más me ha hecho sufrir. Hoy es un día en el que tengo mi pequeña satisfacción. No nos hemos quitado un peso ligero, sino uno muy pesado porque nos acordábamos de los partidos de Kiev, Viena, Fortaleza (Eurocopa 2008, Eurocopa 2012 y Copa Confederaciones 2013). España era nuestra bestia negra y creo que se vio que queríamos ganar más que nadie», reconoció Chiellini tras el partido.

Del Bosque repitió equipo, se entregó a la calidad de su centro del campo y confió en el momento goleador de un Morata que se supo vigilado en todo momento. Bromeó con su amigo Simone Zaza y después con Ogbonna en el césped antes de empezar sobre su look, ya que se puso en manos de Sergio Ramos para cortarse el pelo buscando la suerte de cara a gol y que encontró en la primera fase con tres tantos. Supersticioso, como él mismo reconoce, practicó todo tipo de remates durante el calentamiento. La mayoría, de cabeza.

Sería un buen reflejo de cómo vivió el partido, buscando balones por alto. Realmente sabía lo que le esperaba contra los compañeros con los que ha compartido su mili italiana, esos que le han enseñado al vivir lejos del hogar los entresijos del fútbol, a aplicarse en labores defensivas y a superar malos momentos personales dentro y fuera del césped. Era el día que debía demostrar antes sus mentores si de verdad tiene el estatus de delantero valorado en más de 50 millones de euros, de esos que marcan cuando hace falta. No lo hizo, estuvo igual de gris que sus compañeros de una España desgastada y que debe reinventarse.

Antes del pitido inicial, De Gea cumplió con su ritual, también por superstición, de tocar la pelota antes de comenzar el partido. Por desgracia para los suyos contactó con ella muchas veces, siendo el mejor de los suyos. Mala noticia. En el otro área la cosa fue igual de mal para Morata, quien en la primera bola a la que accedió, un envío largo de Piqué, ya le dio un codazo Bonucci, después elegido jugador del partido por la UEFA. Mantuvo el pulso e incluso bajo la lluvia dejó un lujoso taconazo hacia Nolito que terminó diluido como lágrimas en la lluvia. Y la primera que tuvo cerca a a Chiellini, cuando cambió de banda, le terminó haciendo falta en sus pugnas aéreas. La cosa pintaba fea. Apenas participa más que en servicios lejanos, casi siempre de su propio portero. Pensó en prolongar mejor que en controlar. Una que sí la peinó bien fue abierta por Silva a la banda, donde Nolito cedió atrás para Cesc, pero al catalán le costó armar la pierna para el disparo y fue Bonucci el que se lanzó al suelo, junto a De Sciglio, para que la cosa quedase en nada.

Desplazado y a la ducha

Así, vivía tranquilo su amigo Buffon, ese que le daba consejos en sus peores momentos, viendo que todos los sustos estaban justo en el otro área. Chiellini cometió en un córner un penalti tan claro como poco probable que lo señalase incluso un valiente como el turco Çakir. Se desesperaba Morata, que se llevó un codazo por parte de Parolo poco antes de que su amigo Giorgio le emulase en el área rival. El 3 aprovechó una pelota muerta en un golpe franco, creado de manera innecesaria por Ramos ante Pellè, ejecutado por Éder y que despejó dos veces de Gea antes de que ningún compañero llegase a desviarlo lejos del área. Las estadísticas del central cumplió con su cometido: 11 kilómetros recorridos y además se coronó con un gol. Tras el descanso, cayó más a la izquierda, ahí de donde le gusta caer, al entrar en el campo Aduriz. En un intento de irse de Barzagli, le acusaron de tirarse a la piscina.

España, con dos puntas, inquietó al menos por alto, pero sólo en acciones a balón parado. En una de ellas, Morata completó un remate de cabeza forzado, a las manos de Buffon, y reclamó con vehemencia penalti a su compañero Aritz ante el asistente. Mientras, De Gea evitaba el segundo, de nuevo, en un mano a mano ante Éder. El partido, que seguía vivo pese a la superioridad italiana, empezó a trabarse: golpes, faltas, interrupciones... El reloj corría a favor de Buffon, al que Morata intentó superar con una vaselina lejana tras controlar una bola dividida con el pecho a Barzagli. España no mejoraba, le costaba hacer algo con sentido cuando tenía la pelota y mucho menos daba la sensación de saber cómo generar peligro. Mayor intensidad de la BBC italiana (que sólo tocó la pelota 103 veces todo el encuentro), que sólo se relajaba cuando debía poner en juego la pelota. «Tenemos nuestros lados positivos y negativos. Si estamos unidos sabemos jugar al fútbol. Ahora nos tocan los campeones del mundo. Nos tocan los dos mejores equipos del mundo (España y Alemania) en pocos días y queremos seguir haciéndolo mejor. No nos basta lo normal, queremos más», explicó Chiellini.

38 años de seguridad

Decidió Del Bosque entonces prescindir de Morata y jugársela con la chispa de Lucas Vázquez. El gallego sí agitó el encuentro. Aduriz era la referencia y asustó dos veces, una desde lejos desviado y otra obligando a Buffon a salir de puños. Asistió en otra de lujo al gallego, que la lanzó en cualquier paso al palo. El duelo se iba diluyendo, como deseaba un Conte que no paraba quieto y despejó una bola como en sus tiempos de futbolista. Entonces apareció Buffon. «Pudimos cerrar el partido antes. Los últimos quince minutos han sido duros, pero menos mal que teníamos en la portería a un santo que bajó del cielo (Gigi Buffon) y lo paró todo», explicó Chiellini.

Primero, Iniesta obligó con un zurdazo a Gigi, que sacó otra mano a un intento lejano de Piqué, el central con alma de 9. La lesión a Aduriz obligó a Del Bosque a variar sobre la marcha el plan y tiró de Pedro, el mismo que incendió con sus quejas la caseta cuando todo era una balsa de aceite. Cosas de confección de la lista. El canario merodeó la meta italiana, pero como ya sucediera en los otros tres grandes torneos que disputó con La Roja, no marcó para justificar los motivos de sus lamentos. La mejor opción la tuvo Piqué, pero Gigi estaba dispuesto a cambiar su historia con España. Cuando en la prolongación Pellé sentenció lo celebró con el puño el alto, su clásico gesto, sabedor de que se había completado la vendetta de las decepciones de 2008, 2012 y 2013. Y además se llevó de premio la camiseta de Iniesta. Día redondo.

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