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Tomás Jofresa se encara con un jugador angoleño. Luis Gené / Efe
Una pesadilla entre sueños
Especial 25 anivesario

Una pesadilla entre sueños

El humillante 'angolazo' avergonzó al baloncesto español y el Dream Team elevó al de Estados Unidos a cimas nunca conocidas

Amador Gómez

Madrid

Miércoles, 2 de agosto 2017, 00:04

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«Ustedes dormían, nosotros soñábamos despiertos», fue el ingenioso y legendario titular que se le ocurrió a un periodista deportivo del país cuando la selección española de baloncesto derrotó por primera vez a Estados Unidos, en el Mundial de Colombia, en agosto de 1982. Diez años después, España vivía en casa una pesadilla entre sueños. Un 'angolazo' entre las continuas exhibiciones del irrepetible Dream Team. No sólo fue el mayor fracaso en los Juegos de Barcelona'92, sino el que ha sido uno de los más sonados fiascos en la historia del deporte español. «¡Sí al tercer angoleño!», rezaba en los siguientes partidos una irónica y no menos ingeniosa pancarta desplegada en el Pabellón Olímpico de Badalona, donde la España dirigida por Antonio Díaz Miguel fue humillada por un equipo africano que hizo tocar fondo al segundo deporte del país.

Frente al ridículo del basket nacional maravilló Estados Unidos, que mandó por primera vez a una cita olímpica a profesionales de la NBA, para disponer de una selección para la eternidad, un auténtico 'equipo de ensueño' formado por Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird... Un grupo de figuras míticas, alejadas de la soberbia de integrantes de otros posteriores y mal llamados Dream Team, frente al que nadie pudo competir en espectáculo, popularidad y victorias. El despliegue de baloncesto y magia fue apabullante, con el planeta rendido a los pies de unas superestrellas que elevaron el deporte de la canasta a cimas nunca antes ni después conocidas en una gran competición internacional. Y Barcelona'92 también se hizo más grande al ritmo de esa selección estadounidense, mientras la española, dando una imagen vergonzosa, era derrotada por Angola, ¡por 20 puntos! (63-83) y se convirtió en objeto de burlas, víctima de un equipo menor al que los americanos habían derrotado en su estreno por 68 (116-48).

El enrarecido ambiente en el baloncesto español previo a los Juegos Olímpicos ya hacía presagiar un mal papel, aunque no el desastre que se consumó frente a la selección angoleña liderada por Jean-Jacques Conceiçao. Los representantes de los medios presentes en el escenario de la ignominia no podían dar crédito a la caída en picado de España. Problemas extradeportivos, con huelga de jugadores incluida en la Liga por el tercer extranjero, afectaron a la preparación de la selección.

Epi, en los Juegos Olímpicos. Efe
Imagen principal - Epi, en los Juegos Olímpicos.

Tampoco faltaron las salidas nocturnas de los jugadores durante aquel torneo que fue un castigo continuo para el equipo nacional, muy mermado, entre otros otros muchos aspectos, en el puesto de pívot, con Antonio Martín y Juanan Morales lesionados y Fernando Romay y Ferrán Martínez descartados, aunque también en otras posiciones, con Epi y Chechu Biriukov con problemas físicos. En su estreno, España perdió ante Alemania y sólo pudo ganar por un punto a Brasil, y gracias a un fallo final de Oscar Schmidt. También cayó, como era previsible, ante la que sería subcampeona olímpica, Croacia -Drazen Petrovic logró 28 puntos-, pero llegó Angola y el baloncesto nacional sufrió el más grande y triste varapalo de todos los tiempos, aunque después llegó el 'chinazo' en el Mundial de Canadá-94 y otro ridículo en el Mundial de España 2014.

«A nivel de selecciones nacionales, nuestro equipo afronta el histórico reto de la Olimpiada en un momento óptimo en tres aspectos a considerar: entorno, resultados y calidad de jugadores», subrayaba en julio de 1992 el especial editado por el Comité Olímpico Español (COE) dedicado a los Juegos de Barcelona. Nada más alejado de la realidad. El 'angolazo' fue la gota que colmó el vaso en una selección que ochos años antes llegó a un tope inimiginable en los Juegos de Los Ángeles'84, con una plata memorable, y que desde ese hito comenzó el camino hacia el hundimiento. La selección española firmó en aquel partido ante Angola una de las actuaciones más lamentables de su historia, recibió una paliza y, por supuesto, ni siquiera su último encuentro, ante el mismo rival en la disputa por el noveno puesto, sirvió de revancha. Díaz Miguel, en decadencia, proclamaría en una triste rueda de prensa: «No pienso dimitir, no soy el responsable. Esto no es el fin de una etapa, sino el principio». Ante el clamor popular, fue despedido tras 27 años en el cargo.

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