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Carolina Pascual, en el podio en Barcelona'92. Efe
Carolina Pascual, la princesa de Barcelona'92

Carolina Pascual, la princesa de Barcelona'92

Quien fue la española más joven en conseguir una medalla olímpica es hoy el resultado de la dura realidad de los deportes pequeños

carmen díez

Valladolid

Jueves, 3 de agosto 2017, 01:27

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Fue la princesa de Barcelona'92, la niña que hizo realidad el sueño de muchas madres, deseosas de ver a sus hijas en lo alto del podio en un deporte tan plástico como la gimnasia rítmica, en el que la música, la habilidad y la precisión se combinan para convertir niñas-muñecas en estrellas. Carolina Pascual (Orihuela, 1976) consiguió el sueño en una de las nuevas disciplinas olímpicas de la cita catalana. Fue plata en un torneo casi perfecto, que coronó a la gran Alexandra Timoshenko como la reina de tapiz, y en el que dos españolas estuvieron entre las cuatro primeras, Carolina Pascual y Carmen Acedo (cuarta). Este éxito en un deporte muy nuevo, todavía con poca tradición en España, puso las bases de una futura generación de grandes gimnastas (Almudena Cid, Carolina Rodríguez.), que en sucesivas competiciones han estado siempre entre las mejores.

Precoz por las exigencias de la rítmica, Carolina Pascual empezó a entrenar cuando tenía siete años. Lo hizo en la Escuela Municipal de Murcia y más tarde pasó al Club Atlético Montemar de Alicante, cantera de buenas gimnastas. A los 12 años despuntaba, por lo que fue llamada a formar parte de una concentración de jóvenes promesas, con vistas a Barcelona'92. Su actuación en competiciones respaldó la confianza puesta en ella. Su calidad técnica y la base de una escuela de danza (sus comienzos están ligados al baile) la hacían destacar. Su carácter extrovertido completaba las cualidades de una gimnasta con mucho futuro. Un año después la seleccionadora Emilia Boneva la llevó al Club Moscardó, donde se preparaba el equipo nacional. Como el resto de sus compañeras de selección, Carolina abandonó sus estudios y durante años se dedicó a entrenar ocho horas diarias para alcanzar el éxito deportivo.

En el Campeonato de Europa de Gotemburgo de 1990 conquistó su primera medalla internacional, al lograr el bronce por equipos, metal que repitió en el Mundial de Atenas de 1991, también por equipos, y posteriormente en el Europeo de Stuttgart. De Carolina Pascual siempre dijo Emilia Boneva que era una ganadora nata. La entrenadora búlgara, artífice de los mejores resultados de la gimnasia española, destacaba su temperamento, sus ganas de mejorar, de ganar. Ya retirada Carolina, la seleccionadora intentó que volviera a la alta competición. Preparaba el conjunto para los Juegos de Atlanta y le pidió que regresara al tapiz. No lo hizo y con el tiempo se arrepintió, ya que Boneva reunió a un conjunto excepcional de gimnastas (Marta Baldó, Nuria Cabanillas, Estela Giménez, Lorena Guréndez, Tania Lamarca y Estíbaliz Martínez, las 'Niñas de Oro') que lograría el título olímpico.

Hoy Carolina Pascual es el resultado de la dura realidad de los deportes pequeños y de la dificultad de los deportistas en gestionar un éxito efímero, que les convierte por poco tiempo en grandes ídolos sin continuidad al carecer del protagonismo y del dinero de disciplinas como fútbol, baloncesto, atletismo, tenis... La que fuera la deportista española más joven en conseguir una medalla olímpica, la primera española en subir al podio en una competición internacional de gimnasia rítmica, clama hoy por una oportunidad. Desde su retirada, una año después de Barcelona'92 y sin haber vuelto a alcanzar la excelencia -se mantuvo todavía entre las mejores en la Copa de Europa de Málaga, con una plata y dos bronces, y en el Mundial de Alicante, plata en mazas, su mejor aparato-, la alicantina persigue una estabilidad económica en su vida profesional. Ha ido quemando etapas como entrenadora en facetas próximas a la gimnasia -rítmica, aerobic.-, ha probado en 'realitys' y lo ha intentado con la interpretación, sin encajar en ninguna de sus 'aventuras'.

Dijo adiós cansada del sacrificio que suponían 12 horas de entrenamiento y no tener vida. Ya le había costado mucho volver a estar entre las mejores cuando tras Barcelona se rompió un pie y pasó meses con muletas. Perdió la forma y regresar al tapiz le supuso un sobresfuerzo. Lo hizo porque en el horizonte tenía el Campeonato del Mundo de Alicante, lo que es decir 'jugar en casa', pero en el fondo ya rumiaba la retirada. La plata en mazas fue su último regalo para la gimnasia rítmica española.

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