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Adolfo Alonso Ares, responsable del ILC, observa con detenimiento un Miró.
Un Miró para la emoción

Un Miró para la emoción

Leonoticias inaugura con Adolfo Alonso Ares, responsable del ILC, pintor y poeta, una serie de visitas guiadas por la exposición de Abanca ‘Bajo el signo de Picasso’ | Su atención se centra en un Miró, un artista que juega con un trazo de verdad e ingenuo para representar el mundo que le rodea

a. cubillas

Martes, 11 de octubre 2016, 13:22

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León es, de la mano de Abanca, la cuna de la máxima expresión de la pintura internacional de mitad del siglo XX. La exposición 'Bajo el signo de Picasso',que reúne en el Museo de León obras de máximo nivel de 26 artistas como Picasso, Juan Gris, Dalí, Miró, Kandinsky o Chirico, ha situado a la capital leonesa en la vanguardia artística de ciudades como Madrid, París o Florencia.

Una muestra única, digna de admirar, no una sino varias veces. Un auténtico lujo que permanecerá en León hasta el próximo 13 de noviembre. En este contexto, leonoticias ha organizado una guía de visitas de la mano de algunos de los nombres más representativos de la cultura leonesa. Una serie que ha inaugurado Adolfo Alonso Ares, responsable del Instituto Leonés de Cultura, poeta y pintor.

No era su primera visita a esta magnifica colección sin embargo la exactitud de las obras le permitieron reencontrase con ellas como si fuera la primera vez. Entiende todo un lujo poder disfrutar de las pinceladas de artistas de la talla de Antoni Clavé, Eduardo Arroyo, Maruja Mayo, Equipo Crónica o Roberto Matta.

Una exposición que invita al espectador a contemplar. No es tan fácil poder ver un Miró ni un Picasso, ni un juan Gris en nuestra casa. Tenemos suerte en León de contar con esta prodigiosa exposición que me emociona. Un paseo por la evolución del mundo a través de las pinturas.

Una selección de 38 grandes obras entre las que una capta en especial la atención de Arias. Se trata de un Miró, un contemporáneo que, según recuerda, forma ya parte de la gran historia del arte mundial, que plasma su ingenuidad a través de un trazo de verdad, un trazo que sale de dentro, que es de un pintor que vuelve a ser niño para recrear la vida. Es una visión que emociona, cargada de verdad.

Se trata de un Tête Oiseau de 1976 en el que Miró vuelve a jugar con colores de la vida, con el negro de las noches, la mitad de nuestras vidas, que representa lo íntimo del hombre, evocando a las pinturas que hacían los hombres primitivos que utilizaban como base los colores planos.

Un negro que contrasta con el rojo de la sangre, de la pasión, de la vida, con el azul del cielo, con el verde de la naturaleza en una obra donde Miró representa a figuras humanas, a través de los redondeles con lo que finalizan sus rectas que vienen a representar pensamientos, para, en definitiva, representarse a sí mismo.

Obra que entraña poesía y que lo completa un ojo que mira al espectador. Esta pintura tiene esa grandeza que nos permite contemplarla pero que a su vez a través de ese ojo visceral también nos observa, remarca Ares, que entiende que es tal la exactitud de Miró que podríamos estar horas mirando sus obras.

Una pintura que, como el resto de la colección, emocional igual que los artistas se emocionaron mientras pintaban sus obras.

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