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Portada de 'El sanador de caballos'.
Gonzalo Giner «fabrica» emociones entre halcones y vitrales

Gonzalo Giner «fabrica» emociones entre halcones y vitrales

«La fidelidad de los animales es incondicional», celebra el autor de 'Las ventanas del cielo'

Miguel Lorenci

Lunes, 27 de marzo 2017, 00:05

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Animales como el caballo y el perro están en el alma de las novelas de Gonzalo Giner (Madrid, 1965). Veterinario enamorado de la literatura, dio en la diana con 'El sanador de caballos'. Ahora regresa con 'Las ventanas de cielo' (Planeta), su sexta novela, una aventura medieval, un «homenaje» a los «olvidados» artistas del vidrio que llenaron de luz y magia las catedrales. Esta vez su animal fetiche es el halcón, compañero inseparable de Hugo de Covarrubias, el protagonista, víctima de traiciones, venganzas y emboscadas salvado por su fiel ave de presa. Giner celebra de nuevo «la fidelidad incondicional de algunos animales» y promete al lector «diversión y emoción». «Los escritores fabricamos emociones. Es la magia de la literatura», dice.

«El halcón es símbolo de lealtad y de libertad», apunta Giner, que mezcla cetrería y vidriería con historia y ficción para abundar en la honda conexión entre humanos y bestias. «Si compras un animal, pagas para meter en casa un trozo de naturaleza, pero Hugo y su halcón Aylal deciden compartir sus vidas y sus destinos sin transacción alguna», explica Giner sobre los protagonistas de una aventura que discurre por la rica Castilla del siglo XV, Terranova, el desierto de Túnez y las más pujantes ciudades europeas de la época, como Brujas, Lovaina o Burgos.

«Hugo de Covarrubias construirá su destino como una vidriera», dice el autor de un relato «armado también como un caleidoscopio». El protagonista será mercader traicionado, ballenero y cetrero enamorado. Vivirá mil peripecias antes de acabar en un taller de vidrieras «al entender que podía dar vida a las paredes catedralicias con los vitrales», explica Giner, que retrata también la red comercial de una época boyante, «en la que la lana era el oro blanco de Castilla».

Las vidrieras eclosionan «en un fascinante periodo de transición» y «son un espectáculo para los sentidos, aunque su origen fuera más teológico y doctrinal, para acercar a Dios y a la oración a los fieles», sugiere Giner de esas ventanas celestiales que dan título a la novela. Creció en su cabeza desde que vio los vitrales de la Sainte-Chapelle en París y asistió al «espectáculo del rosetón atravesado por la luz en la catedral de Milán». Se preguntó quiénes eran los artífices de maravillas como los vitrales de la burgalesa Cartuja de Miraflores, entra los mejores conservados en Europa y escenario crucial de la novela.

«Nadie tiene hoy en la cabeza el nombre de uno de aquellos artistas, magos de la luz y el color, a quienes se disputaron los reyes tanto como a los músicos», lamenta Giner. El oficio entró en declive a finales del siglo XVIII y principios del XIX, aunque «de milagro» quedan maestros como el leonés Luis García Zurdo, que ha desvelado a Giner algunas claves de su arte.

Enseñanza

El halcón Aylal, un gerifalte blanco huido de la nieve al desierto, como su amo, salvará la vida de su dueño y le procurará comida cuando esté al filo de la muerte. «Hugo aprende observándolo. Le hará meditar y aplicará a la vida su sistema de caza: subir muy alto, mirar, tomar una decisión y lanzarse a la presa con determinación y firmeza», explica Giner.

Confiesa que aún le sorprende «la sensibilidad de algunos animales hacia las emociones humanas y su capacidad de interpretarlas». «Ante el llanto de un adulto se solidarizan y se acercan más. Se ponen de tu lado y tratan de ayudarte a su manera», reconoce Giner. No dice que los animales le hayan dado más satisfacciones que las personas, pero sabe «que entre humanos hay traiciones mientras que la fidelidad de animales como el caballo y el perro es incondicional». «El caballo es mi talismán. Pocos han hecho tanto por el hombre como este animal antiquísimo, pero el perro es el más leal», admite el escritor, que trata con vacuno y es especialista en nutrición veterinaria.

Las novelas del veterinario inglés James Harriott, que leyó con 14 años, le decidieron a optar por un profesión en la que sigue. «La literatura me llevó a la veterinaria y ahora estamos de vuelta», explica Giner. Tras varias décadas de ejercicio profesional «surgió el deseo de expresarme literariamente y lo he mantenido. Ambos oficios son fascinantes», se felicita.

Vendió más de 300.000 ejemplares de 'El sanador de caballos', su investigación sobre el origen de su primer oficio y un referente de la literatura popular. Descubrió con 'El jinete del silencio' los antecedentes de la creación de la raza española de caballos durante el siglo XVI, y en 'Pacto de lealtad' narró por vez primera la participación de los perros en dos de las guerras más sangrientas del pasado siglo, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española.

Vendió Giner los derechos de su primera y exitosa novela, «pero llegó la crisis y la cosa se quedó en agua de borrajas», cuenta. «Las películas de mis novelas serían carísimas. Yo puedo meter la batalla de Tolosa en una página, pero los productores me dicen que eso costaría una fortuna», concluye.

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