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Tokio es, a pesar de sus 37 millones de habitantes, un «modelo viable de cohesión» para el escritor y ensayista británico. Toru Hanai (Reuters)
«Las ciudades españolas han sido mejores ideando proyectos que terminándolos»

«Las ciudades españolas han sido mejores ideando proyectos que terminándolos»

«Barcelona vive una gran resaca por el turismo», afirma el escritor, que reflexiona sobre las urbes en 'El lenguaje de las ciudades'

Álvaro Soto

Madrid

Martes, 12 de diciembre 2017, 01:50

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El 54% de la población mundial vive en ciudades y el 66% lo hará en 2050, según datos de la ONU. Un reto mayúsculo para esas aglomeraciones humanas que «ofrecen a sus ciudadanos la libertad de ser lo que quieran ser», como las define Deyan Sudjic (Londres, 1952), escritor, director del Museo de Diseño de Londres, responsable de la Bienal de Arquitectura de Venecia y autor de 'El lenguaje de las ciudades' (Ariel), un exhaustivo análisis sobre el pasado, el presente y el futuro de las urbes.

«Las ciudades exitosas son aquellas que ofrecen más posibilidades a más gente, ya sean banqueros de inversión que se trasladan de Estados Unidos a Londres o refugiados que van de Siria a Berlín. Son lugares de oportunidades y tolerancia. Las que quedan congeladas por la gentrificación excesiva o por demasiados centros comerciales tendrán problemas para generar la chispa esencial para funcionar», explica Sudjic.

El gigantismo, la desigualdad, el turismo incontrolado, el precio de la vivienda... Son algunas de las dificultades que afrontan las ciudades, que tratan de subirse al tren de los nuevos tiempos, aunque no siempre lo consiguen. «Los Ángeles, por ejemplo, ha sido sucesivamente una misión colonial española, un centro agrícola, la capital del cine y más reciemente, una urbe bancaria y de manufactura. Detroit ha tenido menos éxito a la hora de lidiar con la pérdida de la industria del automóvil», cuenta Sudjic, que, por ejemplo, ve a Tokio, con 37 millones de habitantes, viable y como «un modelo de cohesión».

El concepto de 'ciudad bonita' no se ajusta realmente al objetivo para el que una urbe ha sido concebido. «Las ciudades no son obras de arte, es decir, nunca están acabadas: crecen, cambian y se adaptan. No son un edificio que se construye y ya está. Es más bien un sistema operativo, producto de la política y de las finanzas, pero también de sistemas legales, de la moda, del poder y de la gente. De hecho, hoy en día estamos más interesados en la vitalidad desordenada que en las baldosas blancas y brillantes concebidas por Le Corbusier y Oscar Niemeyer», asevera.

A juicio de Sudjic, las ciudades españoles han sido «un laboratorio de ideas» desde el fin del franquismo, «o incluso antes, en el caso de Barcelona, cuya expansión en el siglo XIX más allá de sus límites medievales fue un ejemplo de planificación». «En España se han aplicado muchas soluciones a los problemas que se originaban, y estas soluciones se extendieron como un virus. El Guggenheim, los puentes de Calatrava, las 'expos', los trenes de alta velocidad... El mundo miró a Barcelona tras los Juegos Olímpicos. Lo que ocurre es que esas soluciones instantáneas acarrearon muchos problemas: aeropuertos que no funcionan, óperas construidas en lugares donde no hay público para ello, la zona donde estuvo la Expo de Sevilla, ahora vacía...».

Y el exceso de turismo, uno de los grandes problemas de las urbes, como ocurre en Barcelona. «La ciudad está viviendo una gran resaca. No hay más que ir al mercado de la Boquería, donde la gente ya no puede comprar comida porque hay multitudes de visitantes tratando de hacer fotos a la gente que está intentando comprar comida. Acaba resultando que han sido mejores ideando grandes proyectos que completándolos». Y es que el turismo tiene una doble cara: «amenaza los lugares, pero también ofrece grandes ganancias económicas. El problema es que solemos asesinar las cosas que amamos», dice el autor.

En cualquier caso, Sudjic destaca que Madrid y Barcelona mantienen una gran fortaleza por el compromiso de sus ciudadanos, y que hay ciudades como Segovia o Córdoba que no pierden su encanto y sus características especiales, aunque su ciudad preferida en el mundo es aquella en la que nació, la capital británica.

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