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Uno de los recortes que Ramiro Pinto guarda sobre Riaño.
La última batalla en los tejados

La última batalla en los tejados

Ramiro Pinto, referente 'tejadista' de las luchas contra el embalse de Riaño, recuerda cómo fueron aquellos días treinta años después

n. barrio

Sábado, 7 de enero 2017, 19:56

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Dos carpetas a reventar guardan los recuerdos de Ramiro Pinto. Están sobre la mesa, escondiendo la memoria y a la vez pidiendo a gritos contar historias. Ramiro las tiene preparadas, como entrante obligado que vaya saciando el hambre de saber más de aquellos días. Los recortes de periódico serán los entremeses de un menú que no se olvida.

En una página antigua de un diario local, un bisoño José Luis Rodríguez Zapatero, entonces diputado por León, reina sobre un entrecomillado al que los años han convertido en losa. El que después sería presidente de todos defiende la construcción del embalse de Riaño como herramienta para lograr una riqueza futura. El lector valorará las dotes predictivas del socialista.

Treinta años se cumplen de una construcción que se diseñó plácida y se edificó sufrida. Ramiro Pinto militaba entonces en Los Verdes y vivió aquellos días en una lucha contra el absurdo. «El primer estudio sobre la viabilidad del proyecto se hizo quince años después. Aquello fue una infamia, decían que lo construían para el regadío y nunca lo vimos». De hecho, apostilla, «Riaño supone el inicio del sistema que ahora conocemos, el sistema de la corrupción, en el que el dinero público se invierte en proyectos privados».

En esta línea, Ramiro Pinto asegura que «se recalificaron tierras para pasarlas a regadío, con la consiguiente subvención, para no hacerlas nunca de regadío. Luego pasarían a secano de especial protección de la avutarda, lo que supuso cobrar otra subvención».

La lucha se fue recrudeciendo. «Muchas personas se suicidaron, era un drama humano y tiene una onda expansiva que llega a nuestros días, son muchos los que lloran por aquello». Las cargas policiales fueron a más, y no quedó otra que seguir la lucha subiendo a los tejados: «Fue una maniobra que no se esperaban, porque ellos suponían que nos encadenaríamos. Éramos jóvenes y teníamos esa inociencia, porque andar por allí arriba tenía un peligro».

Ramiro recuerda la figura de Carmen Sopeña, que perdió un ojo por un pelotazo de goma, consiguiendo que una sentencia la indemnice por terrorismo de estado. También fueron días de huelga de hambre, «aunque no pudimos durar mucho, porque aquello entró en una vorágine imparable».

Con la mirada de altura que permite el tiempo, Riaño queda como un recuerdo que no debe caer en el olvido y, para Ramiro Pinto, como el primer paso de un sistema que utiliza el dinero público para proyectos de carácter privado. Una realidad que ha de ser replanteada, según el referente de los tejadistas de aquellos finales de los 80. El recuerdo queda guardado en las dos carpetas que Ramiro conserva. La conversación termina, pero la rabia por perder «la batalla que no fue batalla» queda en el ambiente. Y ya han pasado treinta años.

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