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Rebaño de 1500 ovejas en la localidad vallisoletana de Rueda.

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Rebaño de 1500 ovejas en la localidad vallisoletana de Rueda. Eduardo Margareto / ICAL

Un rebaño de 1.600 cabras y ovejas atraviesa Castilla y León hasta el 30 de junio

Esta iniciativa busca mantener la tradición de la trashumancia, casi abandonada

El Norte

Valladolid

Viernes, 15 de junio 2018, 14:06

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Un campo de rojas amapolas recibe al rebaño a la salida de la población vallisoletana de Rueda. Más de 1.500 ovejas merinas y cabras de la raza retinta extremeña brincan sobre un pequeño arroyo, sin agua a pesar de las últimas lluvias, y se adentran casi a escondidas entremezcladas con la hierba, en una parcela rodeada de viñedos de la cuna del verdejo. Allí sestean, pisan y pastan. Cogen fuerzas al término de una nueva jornada para preparar la siguiente, que les llevará a tierras tordesillanas en su camino trashumante. Apoyado con el mentón sobre una cachaba, Juan Díaz se enciende un cigarro en un momento de descanso. «Hoy acampamos aquí, en este pequeño pinar», apostilla este pacense, uno de los pastores que lideran a los animales hacia las montañas de León, más concretamente a Picos de Europa, después de salir el 1 de junio de la madrileña Villanueva del Pardillo. Es una vuelta al pasado de una tradición ancestral, casi desaparecida, que intenta mantener la Asociación Trashumancia y Naturaleza.

«Es una forma de vida. Una pasión. Si esto no te gusta estás perdido. Aquí no hay hora», prosigue Díaz en el final de esta etapa por tierras vallisoletanas. En los próximos días recorrerán comarcas de Torozos, Tierra de Campos en Valladolid y Palencia, para enganchar con áreas de Saldaña, antiguas cuencas mineras en Guardo y alcanzar la meta en Prioro y Valverde de la Sierra, donde pasarán el verano hasta septiembre, con escarceos en el Espigüete. Tras ese periodo, el 21 de octubre deberán atravesar la Castellana madrileña para volver a tierras extremeñas, de donde partieron antes de Navidad.

Un mayoral, pastores y hateros, encargados de llevar las provisiones de víveres, se acompañan de una docena de perros para encarrillar al ganado, «calculado para que pariera antes de partir», señala Díaz, ganadero desde hace 25 años, desde los 17, cuando él solo, recalca, subió un rebaño de 1.700 cabezas desde Zorita (Cáceres) hasta Riolago de Babia. «Llevo toda la vida. Sé de lo que hablo», sostiene. «Si hace bueno, como estos días, madrugamos a la salida del sol y en marcha. Y luego sesteamos a que coman y nosotros a almorzar en algún pueblo. Y si hay buena luna, aprovechamos hasta medianoche», relata bajo su gorra, siempre con el grito al ver a alguna de sus ovejas acercándose a parcelas privadas.

Por la noche, si el día lo permite y después de cenar, una partida de cartas o «simplemente contar historias» ameniza el tiempo: «Pero hay menos de lo que se piensa, porque hay que cercar a las ovejas, facilitar a los cabritos para que mamen… y después de eso ducharnos». Para ello cuentan con infraestructura portátil. En eso, a pesar de mantener la tradición, el pastor trashumante se ha modernizado. No obstante, muestra su agradecimiento a los vecinos de las localidades por las que pasan, que les ofrecen comida o, precisamente, «ducharse en sus casas». «Solo tenemos buenas palabras», reitera.

También hay crítica

Juan Díaz lamenta que las cañadas que atraviesan «no están en las mejores condiciones». Ya no cuentan con el ancho de 80 varas (90 metros) y el terreno «está mal aprovechado». De ello culpa a los propios ganaderos, «que lejos de unirse, tenemos lo que nos merecemos». En este sentido, se queja también de que otros profesionales del sector reclamen el mismo apoyo o ayudas que los trashumantes, cuando solo «hacen ruido». «¿Quién se pasa 30 días con el ganado en la calle y sin estar en casa? Otros meten a las ovejas y vacas en un camión, las llevan de Extremadura a la montaña y por la tarde están en casa. ¿Eso es trashumancia?», cuestiona.

El sol cada vez está más bajo y la luz anima al ganado a apostarse en las cercanías de Rueda. El resto del camino espera en esplendorosa primavera que deja atrás días de lluvia. Todo forma parte del Proyecto 2001 para la recuperación del patrimonio de vías pecuarias que la Asociación Trashumancia y Naturaleza desarrolla desde 1992, en colaboración con el Concejo de la Mesta y de la Fundación MAVA, entidad suiza para el desarrollo sostenible y la conservación de la naturaleza.

Tras haber cruzado la Sierra del Guadarrama por el Collado del Arcipreste y recorrer 400 kilómetros por las cañadas Leonesa Oriental y Leonesa Occidental, el rebaño alcanzará Picos de Europa. Antes, habrán cruzado la Cañada Real Soriana Occidental en Valdeprados (Segovia), la Real Burgalesa en Medina del Campo y el Camino de Santiago en Bustillo del Páramo (Palencia). El colofón llegará el 30 de junio en Prioro (León), con la XXV edición de la ya habitual Fiesta de Bienvenida a los rebaños trashumantes. «Nos gustaría que esto nunca se dejara. Lucharemos por ello, para que no se abandone», se despide Juan Díaz, con su marcado acento extremeño, a la sombra del pinar que les acogerá esta noche.

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