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Columna de humo en las inmediaciones del Santa Colomba de Curueño en el incendio más grave de la comunidad en lo que va de año. ICAL
La primavera deja en Castilla y León 9.000 hectáreas de monte quemadas menos que el año pasado

La primavera deja en Castilla y León 9.000 hectáreas de monte quemadas menos que el año pasado

La comunidad afronta la temporada alta de incendios forestales del verano con un balance de 353 sucesos, la mayoría conatos, y 1.465 hectáreas afectadas entre enero y mayo

Susana Escribano

Valladolid

Sábado, 9 de junio 2018, 22:22

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El verano es la temporada alta en riesgo de incendios forestales y Castilla y León afronta el que está a punto de comenzar con diferencias sustanciales respecto al del año pasado. La campaña estival nunca empieza de cero en julio, pero la que se avecina dará inicio con alrededor de 9.000 hectáreas quemadas menos que la de 2018.

Entre el 1 de enero y el 31 de mayo se han declarado 353 incendios en la comunidad, que han afectado a 1.465 hectáreas. Durante los primeros cuatro meses de 2017, el número de fuegos fue de 1.510 y quemaron 10.588,5 hectáreas. La ausencia continuada de lluvias propició un invierno y una primavera terribles para el monte el año pasado y el acumulado de precipitaciones de los últimos meses ha provocado lo contrario en 2018: una primavera benévola y una previsión estival de peligro moderado. Fuentes de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente, responsable del operativo de lucha contra los incendios forestales, explican que la humedad acumulada en el suelo y en la vegetación hace prever un mes de julio de «riesgo moderado, cuando el año pasado este era altísimo en abril».

El histórico anual de las estadísticas sobre incendios vaticina que las primaveras con baja siniestralidad suelen dar paso a veranos «relativamente tranquilos», dentro de lo imprevisible de una materia sujeta a fuertes incertidumbres: las climáticas y las propias del factor humano, decisivo porque prende por accidente, imprudencia o intencionalidad el 90% de los fuegos y toma las decisiones para su extinción. Eso es la norma general, pero no es ciencia exacta. «La primavera de 2003 fue buena, y el verano, uno de lo peores que se recuerdan. La continental sahariana desecó la vegetación y fue muy malo», puntualizan desde la consejería que dirige Juan Carlos Suárez-Quiñones.

El verano contabiliza «de 700 a 900 incendios» en Castilla y León. Sea bueno, regular o malo. Si el pasado se caracterizaron por la explosividad y la rápida propagación que provocaba la situación de extrema sequedad o «estrés hídrico» de vegetación y suelo, el «verdor» y la humedad actual auguran una menor virulencia de los conatos.

«Con lo que ha llovido está todo tan mojado que era imposible que ardiese nada», apunta Alfredo Rodríguez Garagorri, decano del Colegio de Ingenieros de Montes de Castilla y León, que coincide en que el terreno forestal de la comunidad, donde ha seguido lloviendo esta semana, tiene humedad suficiente como para «tirar un mes».

El número de incendios varía mucho de un año a otro, pero no el reparto provincial de los mismos. Castilla y León se quema por el oeste. Uno de cada dos fuegos reduce a cenizas territorio de León o de Zamora, provincias más incendiarias, seguidas de Salamanca y Ávila. Rodríguez Garagorri argumenta que el uso arraigado del fuego para mantener a raya el matorral es una de las causas de la acumulación de conatos en zonas concretas de la comunidad. «Era algo normalizado hace 50 años, pero totalmente irresponsable ahora. Antes no había nada que pudiera servir de leña alrededor de una población y ahora eso no es así», apunta el decano del colegio castellano y leonés.

Alfredo Rodríguez Garagorri valora la evolución a mejor de municipios con alta concentración de incendios que se incluyeron en los últimos años del siglo pasado y los primeros del actual en el Plan 42. Fue un programa con actuaciones concretas en 42 localidades altamente incendiarias. «Funcionó bien en zonas como Riaño o en Burgos. Los fuegos actuales en el norte burgalés o surgen de una tormenta seca o vienen desde Cantabria», precisa.

De las 1.465 hectáreas que engrosan el balance de enero a mayo, 646,4 ardieron en Santa Colomba de Curueño. Fue una tarde de sábado de calor, fuerte viento y con el pueblo celebrando una boda. Quien prendió el monte (fue intencionado) lo hizo en dos sitios diferentes y la Junta pidió la ayuda de un batallón de la Unidad Militar de Emergencia para atajar unas llamas que estuvieron a punto de obligar a desalojar vecinos. Ardió robledal, pinar de replantación y monte bajo. «El incendio saltó los cortafuegos como si no hubiera; a lo mejor es necesario una mejor conservación y más anchura», argumenta el concejal José Ramón Llamera. El Ayuntamiento ha solicitado apoyos a la Junta y a la Diputación de León. Están a la espera de respuesta.

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