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Comercio libre, pero con reglas

Con la aprobación del Acuerdo Económico y Comercial Global entre la UE y Canadá las empresas españolas podrán beneficiarse de la supresión del 99% de los impuestos de aduanas

JAVIER D. BAZAGA/ical

Sábado, 15 de abril 2017, 17:41

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La Comisión Europea quiere aprovechar el vigor del mercado exterior para dar un nuevo impulso a las exportaciones. Previsiblemente, en apenas dos meses, el Acuerdo Económico y Comercial Global entre la Unión Europea y Canadá (más conocido como CETA por sus siglas en inglés), entrará en vigor permitiendo grandes ventajas para las empresas de la UE, y también para las de Canadá. La primera de ellas, la supresión del 99 por ciento de las tasas arancelarias para gran cantidad de productos.

En España, en los últimos años, las exportaciones han venido a ocupar el lugar que antes llenaba el sector de la construcción, alcanzando un tercio del Producto Interior Bruto (PIB). Un ejemplo de la adaptación que han tenido que acometer nuestras empresas para su supervivencia, y que ha mostrado el camino a muchas otras. No todas pueden permitírselo, en parte por el elevado coste de las transacciones en el exterior. Con este acuerdo, se rebaja ese umbral necesario para exportar, siendo las principales beneficiarias las pequeñas y medianas empresas a las que era muy difícil acceder a ese mercado.

Así, en su intento de facilitar el comercio exterior aprovechando su buena salud actual, la Comisión Europea ha diseñado un acuerdo comercial con el que pretende potenciar el comercio, fomentar el crecimiento del empleo y dar nuevas oportunidades de expansión a las empresas en un mercado con un perfil demográfico similar al español, y con parecidos hábitos de consumo, aunque con un evidente mayor poder adquisitivo, tal y como indica Jochen Müller, experto en Comercio Exterior de la representación de la Comisión Europea en España, en conversación con este medio. Lo que convierte este enclave en un atractivo destino para nuestras organizaciones empresariales.

Además de la supresión del 99 por ciento de los impuestos de aduana, el CETA facilitará a las empresas de la UE concurrir a la contratación pública canadiense, abrirá el mercado de servicios canadiense a las empresas de la UE, creará condiciones previsibles para los inversores de la UE y de Canadá o hará que para las empresas europeas sea más fácil invertir en Canadá (http://ec.europa.eu/trade/policy/in-focus/ceta/ceta-explained/index_es.htm).

Pero además, el acuerdo abrirá los mercados a las exportaciones europeas de alimentos y bebidas con una importante particularidad, protegerá los alimentos y bebidas tradicionales europeos, es decir, las indicaciones geográficas protegidas y denominaciones de origen, frente a las copias.

En total serán más de 150 productos de toda la UE los que podrán acceder con estas nuevas condiciones al mercado canadiense, 20 españoles y la totalidad de los vinos de nuestro país. No podía ser menos. Y eso que España mantiene un saldo positivo con Canadá en comercio exterior, rondando los 1.400 millones de euros en exportaciones con servicios incluidos, frente a los algo más de 900 que importamos del país de la policía montada.

Según los cálculos de la Unión Europea, se estima que este acuerdo podría elevar un 23 por ciento el volumen de transacciones bilaterales entre Europa y Canadá, lo que supondrían 26.000 millones de euros adicionales al año, y unos ahorros para las exportaciones de bienes industriales por la supresión de trabas y duplicidades administrativas de 470 millones de euros, y para bienes agrícolas 42 millones de ahorro para las empresas. En cuanto al intercambio de bienes, este acuerdo puede suponer 63.000 millones de euros y el comercio de servicios en 27 millones.

Sin embargo, y por mucho que las cifras hablen por sí mismas o existan otros acuerdos en los que el éxito ha quedado nítidamente demostrado, existen obstáculos que se han materializado en una contestación social. Muy reciente a decir verdad, fruto más bien por el desconocimiento y por el empuje del tratado de libre comercio con Estados Unidos -TTIP-, que ha sido el más mediático.

«Luchamos contra percepciones, y no contra argumentos» defiende en esta conversación el portavoz de la representación de la Comisión Europea en España, Dimitri Barua, quien pone como ejemplo un acuerdo similar alcanzado con Corea del Sur que ha supuesto un incremento del 50 por ciento de las exportaciones para la UE.

Descendiendo a lo concreto, y siempre según los cálculos de la UE, una empresa de confección de calzado en Castilla-La Mancha podría ahorrarse hasta un 17 por ciento de los costes de exportación. Y una almazara de Castilla y León entre un 8 y un 15 por ciento con la exportación de aceite de oliva. Eso permitirá a nuestras empresas competir con mejores condiciones en aquel país.

Y es que este acuerdo, que entrará en vigor el próximo 1 de junio con toda probabilidad, además de las ventajas comerciales y la cooperación regulatoria, con la que no harán falta dos inspecciones del producto para su entrada en Canadá -la doméstica y la de la aduana en destino-, defiende los derechos de los trabajadores y la preservación del medio ambiente.

Su visión es más amplia, con acuerdos comerciales que ya se están negociando con otros países como Japón o la actualización del de México. Porque al final, de lo que se trata es de «regularizar la globalización» afirma Barua, de manera que el libre comercio sea beneficioso no solo para las empresas, sino también para los trabajadores y el entorno en el que operan. Libre comercio sí, pero con reglas.

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