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Cristina Carbajo, junto a Manuel Carbajo (C), y Jose Luis Carbajo (I), hija y hermanos de Ángel Carbajo.
Imprudencias poco castigadas

Imprudencias poco castigadas

Familiares de Ángel Carbajo, muerto de un disparo accidental de otro cazador, reclaman una legislación más severa para que no haya tanta impunidad

Vanesa Silvá

Domingo, 10 de enero 2016, 12:07

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Ángel Carbajo perdió la vida el 4 de diciembre de 2014 cuando hacía una parada para almorzar mientras cazaba en solitario en los montes de Valdefrancos (León) y ser abatido con un disparo en la cabeza por otro grupo de cazadores que lo confundieron con una presa cuando participaban en un 'gancho' (modalidad de caza) de jabalí. Un año después, y con varias muertes de por medio en similares circunstancias, sus familiares reclaman a las administraciones un mayor control y vigilancia en las cacerías para evitar ese «goteo», constante año tras año, de víctimas mortales en este tipo de accidentes por imprudencia y que se endurezca la legislación para que se asuman responsabilidades y no haya tanta impunidad ante estas muertes.

Para sus hermanos, Manuel y José Luis Carbajo, y su hija, Cristina Carbajo, es posible frenar este tipo de muertes con la adopción de medidas urgentes y estrictas en la organización de estos eventos de caza y evitar así a otras familias el gran dolor que ha padecido la suya. Asimismo, impulsarán una plataforma de afectados por estos siniestros, que emprenderá las acciones que sean necesarias para dar visibilidad a estas victimas porque, apostilla Manuel, «esto no debe volver a ocurrir».

Y es que apenas unas semanas después de la muerte de Ángel, fallecía otro hombre en Casavieja (Salamanca) al recibir un disparo por la espalda de un cazador cuando recogía setas. Los familiares son especialmente críticos con la falta de control en las cacerías en el Bierzo, donde en los últimos años se ha registrado también la muerte de un cazador por un disparo de escopeta de un compañero de cacería en el monte de Friera (Sobrado) en 2010 y la de un jubilado cuando recogía castañas con su esposa en las inmediaciones de Tedejo (Folgoso de la Ribera) en 2012. La última muerte, el pasado mes de noviembre, la de un hombre de 48 años que recibió el impacto de una bala del rifle que disparó un compañero de batida en una zona de monte de difícil acceso entre el pueblo abandonado de Paradela (Trabadelo) y Cantejeira (Balboa).

Un caso dramático

«Lo de mi hermano fue dramático, fue a dar un paseo con los perros porque él era más de naturaleza y de campo que de caza, sólo había cazado una perdiz en el año. En esa zona no tenía que haber ninguna cacería, estaba sentado disfrutando del paisaje, tomando unas galletas y un poco de agua y vino una persona y le dio un tiro por detrás en la cabeza porque lo confundió con un jabalí», cuenta Manuel Carbajo, que puntualiza que ese grupo estaba autorizado para cazar en otra zona y no en ese lugar. Mientras, su hermano José Luis también destaca que tardaron más de una hora en dar aviso, que su permiso era para un 'gancho', que es una modalidad de caza en las que participan unas 17 personas y «estaban más de 30», y que sabían que su hermano estaba en esa zona porque vieron su coche.

En su opinión, las cacerías siempre «tienen un riesgo» y por ello todo tiene que estar organizado y tiene que haber un control estricto como ocurre en otras comunidades autónomas como Extremadura o Castilla-La Mancha. «Nosotros hemos participado en cacerías en Extremadura, en Toledo y en Ciudad Real y allí está todo muy organizado, te reúnen y te dan indicaciones sobre los animales que puedes cazar, los puestos numerados y las zonas en las que te puedes mover, o en Cataluña, que es donde vivimos, donde todo está regulado, hay un listado con todos los participantes, identificados con nombre, apellidos y DNI, y los agentes forestales controlan 'in situ' que todo esté en orden y que se cumpla el reglamento», apostilla.

«Los cazadores en el Bierzo hacen lo que quieren, no hay responsables, ni quien dispara ni quien organiza la cacería ni las autoridades, que deberían supervisar y controlar, ya que cobran por las licencias de caza, cotos y derechos de examen. Aquí hay mucho compadreo y no hay derecho que muera una persona y que no se haga nada», lamenta Manuel, mientras su hermano José Luis apostilla que en la comarca la solicitud de un permiso para una cacería se limita «a rellenar un papel en el que se indica el día y la zona, te la sellan y listo, nadie se pasa por allí y controla lo que se hace».

Cambio de protocolo

Por otro lado, la hija de Ángel, Cristina Carbajo, sigue sintiendo una gran impotencia un año después y, como enfermera que es, pide que se revisen los protocolos de actuación porque entiende que es un «sinsentido» que se pida el informe toxicológico de la víctima y no el de la persona que acaba de disparar un arma y ha matado a una persona. «El protocolo en un accidente de tráfico es hacer una prueba toxicológica, va la Guardia Civil al hospital, soy enfermera y he trabajado en el servicio de Urgencias. Por eso me preguntó por qué a esa persona, con un arma y que acaba de matar a otra persona, no se le hizo una prueba toxicológica, de alcohol y drogas, y si me piden a mi el informe de mi padre», se plantea sin apenas poder contener las lagrimas.

«No lo entiendo», se repite Cristina, que cree que «algo tiene que cambiar en la legislación» y que las administraciones tiene que hacer algo «porque hay gente que muere todos los años». Así, recuerda cuando tuvo asistir al aviso del 112 por el accidente de caza en Sobrado que «fue entre dos compañeros que precisamente habían estado comiendo juntos y después uno disparó fortuitamente al otro» y ese día su padre fue a verle a la guardia cuando regresó de ese servicio. «Él me dijo que no se puede disparar si no se ve la pieza, que no se dispara a bulto nunca y mira donde encontró él su final», relata Cristina, que también cree que debería haber una formación para los cazadores en ese sentido.

Para toda la familia es muy difícil asumir una muerte que consideran «tan injusta» y encontrarse de vez en cuando al autor del fatídico disparo en el bar que hay al lado de la casa familiar o ver que pocos días después volvieron a cazar a esos montes como si nada hubiera pasado. Y es que echan de menos al «líder», el mayor de nueve hermanos, al socio y asesor de la empresa familiar que tienen en Barcelona, después de años de experiencia en Acerinox, en la fábrica de Roldán. «Nuestra pérdida ya está, pero se puede evitar que otras familias se rompan. Que la gente reflexione, que la administración controle y que los cazadores tomen conciencia de que no se puede disparar sin ver la pieza para que esto no vuelva a suceder», concluyen.

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